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Tremenda prueba. Así podríamos definir la aventura de los seis tripulantes de un incipiente bote. Los isleños eran los siguientes: Vince, Donald, Titus, Grosby, Joses y Cleveland. A modo de síntesis se podría decir que los hombres conocían de Dios. Emirau era una de las pocas islas en las cuales el evangelio había llegado en forma potente, por ende, gran parte de la isla creía y adoraba a Dios, pero con el paso de los años las cosas se fueron enfriando para la comunidad.
El autor inicia de inmediato con la pérdida de los hombres. Un interesante recurso que nos engancha de inmediato porque no sabemos cómo, ni por qué. El segundo capítulo baja en cuanto a su intensidad, porque nos relata en 12 páginas (de los capítulos más largos del libro) características de la Isla, lo cual se hace tedioso en gran parte.
Los seis hombres perdidos en el mar tienen diferentes historias con su relación personal con Dios. Cada uno usa este largo tiempo para examinarse, pero claramente no todo es reflexión. Sin comida, sin agua y con tormentas cada cierto tiempo, estos isleños tendrán que ingeniárselas para intentar alimentarse y mantener la navegación a flote.
A lo largo de las páginas del texto el autor aborda de diferentes formas las historias personales de cada uno y además de como juntos, a pesar de las recriminaciones iniciales en cuanto a quedar a la deriva en el basto océano, empiezan a generar lazos y a trabajar juntos con una sola consigna, volver a casa.
¿Lo lograrán? ¿Alguien o algunos morirán en esta trágica experiencia? ¿Que harías tú si estuvieras en pleno mar? Varias son las respuestas que se nos pueden ocurrir, pero el libro nos quiere enseñar una lección. En el peor de nuestros momentos solo podemos recurrir a alguien… a Dios.
La salvación no dependía ya de los isleños, dependía de Dios. Ellos debían ponerse en sus manos. Lo mismo se lo llevamos al plano espiritual. Nosotros estamos a la deriva en este basto mundo. Al igual que en la experiencia de estos hombres, tenemos buenos días en donde el sol brilla y las cosas nos resultan, pero esa comodidad no puede permitirnos aflojar, porque hay tormentas, porque quizás el pan espiritual nos escaseé o no tengamos reservas del agua de vida. Tenemos que permanecer velando y orando para que ese Padre misericordioso que vio a sus hijos en desgracia por allá en 1997, perdidos en el océano pacífico, nos vea a nosotros en este 2018 y nos salve.
La salvación no depende de nosotros. Ese es el tema principal del libro. Solo depende de Dios y para eso tenemos que tener Fe y meditar acerca de nuestra relación con Dios.
¿Lo recomiendo? En lo personal no me gustó mucho el estilo de como se narran los hechos, pero los capítulos finales son emotivos y permiten tener una mayor fe. Así que, léalo y evalúelo usted mismo.
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