• Asignatura: Filosofía
  • Autor: JohaSol
  • hace 8 años

En cierta ocasión se embarcaron cuatro personas en un viaje de placer, y entre ellos iba un
filósofo. Ya en alta mar los sorprendió una tormenta que los arrastró hasta una isla remota y
desconocida. Desembarcaron y de inmediato los nativos los hicieron prisioneros. Conducidos
ante el rey, éste les explicó lo siguiente:

En esta isla tenemos por costumbre sacrificar a los extranjeros; y para ellos tenemos dos
altares. En el norte de la isla está el altar de la verdad y al sur el altar de la mentira. ¿En cuál
quieren ser sacrificados?.

Al escuchar esto todos se preocuparon y el único que permaneció tranquilo fue el filósofo, que
les dijo:

No se preocupen, sé como salir con vida de este trance. Déjenme a mi la elección.

El filósofo habló con el rey diciéndole en qué altar deseaban ser sacrificados, y al final del
proceso los dejaron salir de la isla sanos y salvos. ¿Qué altar escogió el filósofo que le
permitió salvar su vida y la de sus compañeros? ¿Podrías tú resolver este problema?.
Justifica tu respuesta.

Pistas: aplica el principio de tercero excluido y el de no contradicción.

Respuestas

Respuesta dada por: arboisiere
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Decir que una cosa es algo y a la vez no, es imposible por el principio de contradicción; del mismo modo negar al mismo tiempo que una cosa es algo y a la vez no, es imposible por el principio del tercero excluido.

Por el principio de contradicción no se pueden afirmar esas dos cuestiones; por el del tercero excluido no se pueden negar ambas.

En el caso del relato, el filósofo eligió el altar de la mentira. Los cuatro extranjeros iban a ser llevados al sur, es decir, al altar de la mentira, pero los nativos se dieron cuenta de algo: no podían sacrificarlos ahí porque entonces sus palabras serían ciertas, por lo tanto deberían ser sacrificados en el altar de la verdad, pero si fuera así los estarían premiando por sus últimas palabras que fueron mentira, así que tampoco podían sacrificarlos en el altar de la verdad. La única solución era dejarlos libres.

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