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En medio de un basurero, ayer por la tardecita encontré un perrito hermoso que movía su colita. Estaba un poquito inquieto, se veía desprolijo algo quería decirme, pues me miraba muy fijo. Fui incapaz de abandonarlo en su hogar de basurero y a mi casa lo llevé, aunque fuese callejero. Mamá me dijo: “¡Imposible! Olvídate de este perrito no ha de tener las vacunas y puede estar enfermito”. Aunque la reacción de mamá fue fácil de prever mi carita descontenta comenzó a palidecer. Mi bisabuela llegó y me escuchó lloriquear miró fijo a mi mami y comenzó a discursear . “¡Que el niño quiera un perrito no es para nada anormal y que quiera adoptarlo, creo que es excepcional!”. ¿Qué vacunas hay que darle? ¡Antirrábica, no dudo! Verás que estará sanito, te lo afirmo y aseguro. Y así fue que de esta forma, tal vez algo impensada la situación del perrito quedó al fin solucionada. Hoy soy feliz con mi perro, lo llevo en mi bicicleta agradecido él sonríe y hace una morisqueta.
Fin