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Respuesta:
En aquel tiempo, vio Jesús una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas. Y como fuese muy tarde, se llegaron a Él sus discípulos y le dijeron: «Este lugar es desierto y la hora es ya pasada; despídelos para que vayan a las granjas y aldeas de la comarca a comprar de comer». Y Él les respondió y dijo: «Dadles vosotros de comer». Y le dijeron: «¿Es que vamos a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?». Él les contestó: «¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo». Y habiéndolo visto, dicen: «Cinco, y dos peces».
Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos de comensales sobre la hierba verde. Y se sentaron en grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces y levantando los ojos al cielo, bendijo, partió los panes y los dio a sus discípulos para que los distribuyesen; también partió los dos peces para todos. Y comieron todos hasta que quedaron satisfechos. Y recogieron doce cestas llenas de los trozos que sobraron de los panes y de los peces. Los que comieron eran cinco mil hombres
PALABRA DE DIOS
El milagro de la multiplicación de los panes y peces, siendo real e histórico, es un anticipo del milagro de la Eucaristía. En ambos casos Jesús satisface las necesidades del ser humano: la material para vivir aquí y la espiritual para vivir en la eternidad. De esta escena se aprende a conmoverse ante las necesidades del prójimo, ya sean de carácter temporal (atención, ayuda económica, compañía afectiva…) o de carácter sobrenatural (apostolado, evangelización, corrección fraterna…). El amor se multiplica por si mismo y siempre permanece: sacia sin acabarse. Al terminar la comida, los discípulos guardan las sobras de panes y peces: es un símbolo de la reserva en el Sagrario tras la Santa Misa.