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El Cabildo Abierto y la cuestión de la patria
María Sáenz Quesada Para LA NACION
22 de mayo de 2010
En el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, la estrategia del grupo revolucionario fue presionar al virrey y al Cabildo para concretar la convocatoria. Ese recurso, utilizado en las otras revoluciones americanas, había sido recomendado por Francisco Miranda a los patriotas desde su observatorio londinense.
Los entretelones de la convocatoria fueron largamente discutidos en tiempos en que los historiadores -Roberto H. Marfany, Ernesto J. Fitte y Raúl A. Molina, entre otros- dirimían sus querellas con los documentos en la mano.
Se conocen dos tipos de testimonios. Los del bando patriota, que presentaron al Cabildo Abierto como un hecho ejemplar que, en palabras de Belgrano, "debe servir eternamente de modelo a cuantos se celebren en el mundo" (no obstante, mencionó la presencia de gente armada para defender "a los que quisieran violentarnos").
Por su parte, los realistas afirmaron que se encontraban casi prisioneros de las fuerzas militares comprometidas con la conspiración. Y que por temor a los insultos de los agitadores (los "manolos"), muchos no se animaron a entrar. Resultado, hubo mayoría de "hijos del país" y se votó "al gusto de la chusma".
Los 251 asistentes fueron invitados a debatir en libertad. Así lo hicieron, entre gritos, protestas y burlas, con la pasión y la emoción que transmiten los relatos de testigos presenciales. Cada bando expresó con claridad sus ideas. Los que consideraban a América como dominio de la corona, y pensaban que en ausencia del rey se debía obedecer a los representantes de la nación española (el Consejo de Regencia), tuvieron en el obispo Lué a un expositor contundente.
La réplica del abogado Castelli apuntó al nudo legal del asunto sobre la base del derecho en vigor: el pacto de sujeción al monarca estaba roto, era lícito tomar decisiones y cuestionar la autoridad del virrey.
Por su parte, el fiscal Villota hizo hincapié en otro tema central, al negarle derecho al pueblo de Buenos Aires a tomar decisiones en nombre de las provincias. Entonces fue el turno de Juan José Paso, quien argumentó que Buenos Aires actuaba en emergencia como "hermana mayor" y, según otra versión, estimó que la capital virreinal era la parte más expuesta del virreinato si se presentaba una invasión y debía actuar en consecuencia, según recuerda Héctor J. Tanzi en la biografía del prócer.
Finalmente, se votó de viva voz. Esto exigió a los presentes definirse a favor o en contra de "la cuestión de la patria". Como sabemos, tuvo mayoría la propuesta de Saavedra, contraria a la continuidad del virrey.
María Sáenz Quesada Para LA NACION
22 de mayo de 2010
En el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, la estrategia del grupo revolucionario fue presionar al virrey y al Cabildo para concretar la convocatoria. Ese recurso, utilizado en las otras revoluciones americanas, había sido recomendado por Francisco Miranda a los patriotas desde su observatorio londinense.
Los entretelones de la convocatoria fueron largamente discutidos en tiempos en que los historiadores -Roberto H. Marfany, Ernesto J. Fitte y Raúl A. Molina, entre otros- dirimían sus querellas con los documentos en la mano.
Se conocen dos tipos de testimonios. Los del bando patriota, que presentaron al Cabildo Abierto como un hecho ejemplar que, en palabras de Belgrano, "debe servir eternamente de modelo a cuantos se celebren en el mundo" (no obstante, mencionó la presencia de gente armada para defender "a los que quisieran violentarnos").
Por su parte, los realistas afirmaron que se encontraban casi prisioneros de las fuerzas militares comprometidas con la conspiración. Y que por temor a los insultos de los agitadores (los "manolos"), muchos no se animaron a entrar. Resultado, hubo mayoría de "hijos del país" y se votó "al gusto de la chusma".
Los 251 asistentes fueron invitados a debatir en libertad. Así lo hicieron, entre gritos, protestas y burlas, con la pasión y la emoción que transmiten los relatos de testigos presenciales. Cada bando expresó con claridad sus ideas. Los que consideraban a América como dominio de la corona, y pensaban que en ausencia del rey se debía obedecer a los representantes de la nación española (el Consejo de Regencia), tuvieron en el obispo Lué a un expositor contundente.
La réplica del abogado Castelli apuntó al nudo legal del asunto sobre la base del derecho en vigor: el pacto de sujeción al monarca estaba roto, era lícito tomar decisiones y cuestionar la autoridad del virrey.
Por su parte, el fiscal Villota hizo hincapié en otro tema central, al negarle derecho al pueblo de Buenos Aires a tomar decisiones en nombre de las provincias. Entonces fue el turno de Juan José Paso, quien argumentó que Buenos Aires actuaba en emergencia como "hermana mayor" y, según otra versión, estimó que la capital virreinal era la parte más expuesta del virreinato si se presentaba una invasión y debía actuar en consecuencia, según recuerda Héctor J. Tanzi en la biografía del prócer.
Finalmente, se votó de viva voz. Esto exigió a los presentes definirse a favor o en contra de "la cuestión de la patria". Como sabemos, tuvo mayoría la propuesta de Saavedra, contraria a la continuidad del virrey.
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