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Explicación:Cuando hablamos de democracia, por supuesto, no nos referimos solo a la celebración de elecciones: un elemento necesario pero no suficiente para identificarla. Como cualquier persona medianamente instruida sabe, ella comprende también la independencia y el equilibrio entre los poderes del estado, la libertad de prensa y el libre ejercicio de la actividad opositora al gobierno, entre otros ingredientes. Elecciones sin todo lo demás hay, en realidad, hasta en Corea del Norte.
Y es precisamente a propósito de esa manera restrictiva de entender la democracia que se manifestó el primer síntoma de resaca autoritaria que queremos comentar. Quien lo expresó fue la congresista Verónika Mendoza, aspirante de la organización Sembrar a convertirse en la candidata presidencial del Frente Amplio. En una entrevista publicada recientemente en El Comercio, a la pregunta de si Venezuela es una democracia o una dictadura, ella le respondió al periodista con el siguiente muletazo: “Lo que te puedo decir es que se han dado procesos electorales democráticos”.
Lo importante, sin embargo, es evidentemente lo que no podía decir. A saber, que en Venezuela existe una tiranía que, gracias a un sometimiento de todos los poderes a la voluntad del dictador –Chávez antes, Maduro ahora-, encarcela opositores, acalla de manera matonesca a la prensa crítica y cambia permanentemente las reglas de juegos para perpetuarse en el poder. O sea que, de democracia, nada. Y no es que la señora Mendoza lo ignorase, porque la información que lo confirma aparece en los medios todos los días. Pero como es una tiranía de izquierda, se le acalambra la lengua cuando tiene que condenarla. Tal como les ocurría -por mencionar solo un par de casos- a Javier Diez Canseco con la Cuba de Castro o a Jorge del Prado con la vieja Unión Soviética. En síntesis, un escamoteo vergonzoso de la verdad por el que hasta Julio Cotler le ha llamado la atención