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Durante la vida de Galileo Galilei (1564-1642), el desarrollo científico-tecnológico europeo se encontraba impregnado de la filosofía naturalista de Aristóteles, el cual consideraba que las leyes de la naturaleza se podían deducir a través de la observación atenta del fenómeno natural y del uso del razonamiento lógico; con lo cual se podría llegar a una solución verdadera.
La filosofía aristotélica no admitía la existencia del vacío ya que él mismo era considerado un absurdo. Según Aristóteles la velocidad de un móvil a través de un medio era inversamente proporcional de la densidad del mismo. A menor densidad, mayor velocidad. Si en vez de medio, se tuviera el vacío, la velocidad de un móvil sería infinita.
Galileo, con su método científico, al someter a los fenómenos naturales, a la comprobación experimental logró deducir leyes que gobiernan la naturaleza de las cosas. Es a partir de la aceptación del método científico por parte de los hombres de ciencia posteriores a Galileo, que se comienza a cuestionar la no existencia del vacío y a desarrollar una teoría y una tecnología con la cual “crear” vacíos cada vez más extremos.