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Aunque así lo quisiéramos, no todas las personas son una influencia positiva en nuestras vidas. Algunos, aún sin quererlo, afectan nuestro código de valores y nuestras metas más importantes. Es nuestro deber reconocerlos y frenar sus efectos. Siga leyendo.
La vida social en las grandes ciudades es intensa y compleja. Abundan los estímulos externos, los cambios rápidos e inesperados, las informaciones del más diverso tipo, y relaciones por lo general fugaces.
De esas relaciones, podemos rescatar algunas, especialmente las que se nos imponen por vecindad o proximidad geográfica o laboral, o las que elegimos por coincidencia de valores, objetivos similares y estilos afines en los gustos o el comportamiento.
Esas relaciones que nos vienen impuestas en forma de parientes, vecinos o compañeros de trabajo debemos aceptarlas y aprender a manejarlas de forma armónica. Las que elegimos por sintonía, aprecio o porque consideramos favorable para la satisfacción de nuestras necesidades, nos corresponde cultivarlas y darles continuidad.
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