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Araña de mentira
Esa vez creía que no iba a fallar, nunca salía perdiendo cuando se me ocurría asustar a alguien. Ya lo había hecho varias veces, pero esa vez…. me quedará grabada en mi mente para siempre. Ahora me pongo a recordar las otras veces y fueron tan divertidas… todavía me río, pero ahora no, esto es grave y en cualquier momento me vendrá a buscar la policía
Recuerdo cuando mi abuelo José me llevaba a pescar, íbamos en su auto, llegábamos al río y tirábamos la caña. Ahí era donde mi viejito, como yo le decía, comenzaba a contar historias de terror y era en ese preciso momento en donde despacito, muy despacito, sacaba de mi bolsillo algún bicho y se lo ponía en el hombro. Mi abuelo ya me conocía y después de asustarse se largaba a reir a carcajadas y los dos nos abrazábamos. Una vez le puse una araña de verdad, una araña pollito, gorda y peluda que mi mamá había matado a escobazos, pero que yo, con pegamento, le agregué hilos negros y quedó como nuevita.
Pero ahora tengo miedo, no me río, no está mi abuelo para reírse, esta vez se me fue la mano. Eso decía mi abuelo:
-¡ Ojo Cristian con lo que hacés!!Qué podés matar a alguien del susto!!!
- Pero abuelo, quién se puede morir del susto ¿Ehh?
Ahora que lo recuerdo tenía razón, pero esta vez no fue gracioso. Mi tía estaba planchando sus camisas, sus blusas y polleras largas, muy largas porque mi tía es vieja y solterona. ¡Vah!, era vieja, ahora ya no está y todos me echan la culpa. Pero lo extraño de todo esto, lo más extraño es que cuando puse sobre la tabla de planchar esa araña, la misma araña que había servido para asustar a mis abuelos, a mis tíos e incluso a mis primos, esa misma araña a la que le había pegado hilos negros, peludos, esa araña a la que le puse como ojos dos botones negros para que parezcan saltones, esa misma araña…. comenzara a caminar rápidamente y se le subiera primero a la mano, luego al brazo y se le frenara en punta de la nariz de mi tía ….hasta que al final cayó redonda, quedó muerta ahí mismo.
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