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Siempre que se comienza a hablar de virtudes teologales, quizás algunas personas se disponen a aguantar un discurso hecho de prescripciones, un sermón que perciben como alejado de los propios intereses. Las virtudes teologales parecen estar reservadas a pocos, mientras que la mayoría no tiene ocasión de practicar ni de conocer a fondo, sobre todo si está ocupada en los asuntos de este mundo. Algo teórico, pues, para la mayor parte de los comunes mortales, que toca muy poco el propio interés y la propia vida.
Y no debería ser así. Porque la vida de fe es impotante
Es más, el crecimiento en las virtudes es ni más ni menos que el crecimiento en la santidad, de la que venimos hablando desde el inicio.
Hay que dejar bien claro que el crecimiento en la vida espiritual se debe a la gracia de Dios, sin duda alguna. Es la gracia de Dios, tanto la gracia santificante como la gracia actual –que ya explicamos antes- la que va perfilando en nosotros la santidad, manifestándose esta santidad en el crecimiento de las virtudes.