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Maduro y sus colaboradores discriminan entre paramilitares malos y paramilitares buenos. Los malos son los paracos, o los paramilitares colombianos. Los buenos son los paramilitares rojos, o los llamados “colectivos armados”, entre otros. Esa discriminación es en sí misma criminal, porque todos los paramilitares, todos sin excepción, son negativos. Y lo son para los legítimos intereses de la nación venezolana, como por ejemplo la defensa de la seguridad ciudadana y los derechos humanos.
Pero Maduro y sus colaboradores, no se limitan a discriminar entre buenos y malos paramilitares. No. Van mucho más allá. Alientan a los paramilitares rojos a seguirse empoderando del país. ¿Cuántas bandas paramilitares o “colectivos armados” operan en Venezuela? ¿Cuántas bandas paramilitares bajo denominaciones dizque revolucionarias operan en el Alto Apure, o en la zona de Perijá, o en los llanos guariqueños, amén de otras regiones? ¿Cuántos grupos de la narco-guerrilla colombiana operan en las amplias franjas fronterizas de Venezuela?
Y todo ese paramilitarismo tiende a contar con el beneplácito del poder. Incluso, a veces se entremezcla tanto con el poder, que es muy difícil hacer distinciones. ¿Y por qué? Porque a Maduro y sus colaboradores no les importa el paramilitarismo en sí, sino el que no pueden controlar. Ese no les gusta. Pero el paramilitarismo rojo que se ha desarrollado al amparo de la hegemonía, ese sí les agrada porque lo consideran como un paramilitarismo bueno.
Y no hay ni puede haber “paramilitarismo bueno”, porque el paramilitarismo es una aberración hamponil entre la distinción clásica de militares y civiles. Los paramilitares son una expresión brutal de la delincuencia organizada con fines políticos. Dónde abundan, abunda la inseguridad y la violencia. En Venezuela abundan los paramilitares de la hegemonía, y por ello nuestro país ha devenido en uno de los más violentos del mundo. No de la región, o de América Latina. Del mundo.
Todo esto viene a cuento, por la maniobra en marcha de Maduro y sus colaboradores –dirigidos por los hermanos Castro Ruz—de inculpar al supuesto paramilitarismo-capitalismo-uribismo del caos en que está sumida Venezuela. Cierto que escribir al respecto, es de alguna manera seguir el juego o caer en la trampa de la maniobra. Por eso, es conveniente colocar las cosas en un contexto apropiado, y hacer la denuncia indispensable sobre la vocación paramilitar de la hegemonía despótica y depredadora que destruye a Venezuela.
Sí, una vocación paramilitar que está probada por la realidad. Por la imbricación del hampa paramilitar con ámbitos políticos del oficialismo. Por el despliegue de iniciativas como las denominadas “zonas de paz” que son santuarios endógenos del hampa paramilitar. Y por tantas y tantas experiencias y ejecutorias que confirman semejante y deliberado descalabro del sistema político establecido en la Constitución.
Todo paramilitarismo, repito, es malo. Todo. Venga de donde venga y vaya a donde vaya. Sea negro o rojo. Sea de tal o cual identificación política. Y es que tarde o temprano, todas las variedades de paramilitarismo se convierten en un mismo magma de crimen, violencia y destrucción. La historia está repleta de lecciones al respecto. Razón de más para denunciar la discriminación que hacen Maduro y sus colaboradores entre un paramilitarismo malo y un paramilitarismo bueno…