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El reloj es un arma de doble filo, porque puede ayudarte a que llegues a horario a una cita o a una reunión pero también puede demostrarte que estás retrasado o que falta mucho para que te retires del trabajo. Por ello, hay que tener mucho cuidado con su uso.Quién hace una mala utilización del reloj es aquél que lo tiene siempre presente para mortificarse: calculando las horas que faltan para el almuerzo, cuánto le resta para estar en su sofá mirando la televisión, cuántos minutos quedan antes de que llegue el jefe y tengan una reunión privada (que no significa que sean malas noticias).También puede ser usado de mala manera cuando se hacen cuentas de las horas que le quedan a la jornada en relación a todas las tareas y obligaciones que debemos cumplir, cuando nos despertamos antes de que suene la alarma y nos preocupamos por esos minutos (“valiosos”) que no vamos a conciliar el sueño o también las horas que perdimos sin hacer nada productivo ante una lista interminable de obligaciones por cumplir.
Estas actitudes no ayudan demasiado, pero lo bueno es que se pueden cambiar y mejorar, logrando además un óptimo manejo del tiempo.