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Un señor quiere demoler su vivienda, que se encuentra en un antiguo convento o monasterio, pero hacerlo le resulta muy costoso. Para ahorrar gastos, urde un plan: difundir el rumor de que la casa está encantada y que esconde un tesoro, de modo que los campesinos hagan todo el trabajo por él.
El primer paso de su estratagema consiste en disfrazarse de blanco, hacerse pasar por un espectro, y hacer su aparición en las galería de la vieja abadía a la vista de todos sus vecinos acompañado de una llamarada y dejando un hedor a sulfuro (el olor de los infiernos). El rumor, como no podía ser de otra forma, se extiende como la pólvora
El siguiente paso consiste en decir que la morada esconde un tesoro y que se dispone a excavar para encontrarlo, si bien pospone esta tarea indefinidamente. Los campesinos, a la vista del desinterés del caballero (rico, se supone, y sin prisa por obtener el tesoro) se impacientan y le proponen hacerlo ellos, a lo que el noble accede con la condición de repartir a partes iguales las riquezas que encuentren.
Para alimentar la ambición de los campesinos y que éstos no desfallezcan en su esfuerzo, el señor esconde 27 monedas de oro en un hueco de la chimenea. Cuando los lugareños las encuentran, el caballero, "generoso" y "desinteresado"renuncia a su parte del botín, lo que aumenta la intensidad del trabajo de los pobres.
En poco tiempo, los campesinos ya habían demolido la vivienda del noble, que consiguió su propósito a un precio irrisorio aprovechándose de la ingenuidad, las supersticiones y la ambición de un pueblo ignorante y necesitado.