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Sin embargo, es bastante menos habitual que el entrenamiento mediante ejercicios en el medio acuático haya sido considerado para la mejora de la fuerza muscular y/o composición corporal desde la perspectiva científica, cuando quizás pueda ser igualmente útil para esos propósitos e incluso pueda ofrecer alguna ventaja o beneficio que los medios tradicionales del entrenamiento en seco no posean (p.e.: menor estrés articular y riesgo de lesión; menor dolor muscular tardío; menor estrés térmico; mayor gasto calórico). La ausencia de un criterio metodológico con el que controlar la resistencia generada por el ejercicio de forma objetiva y progresiva al realizar tales ejercicios en el agua puede haber sido una de las causas [10, 11]. Por tanto, hasta la fecha son escasos los estudios llevados a cabo para conocer los efectos que el entrenamiento mediante ejercicios de fuerza en el medio acuático (strength training in the water) puede tener sobre la función neuromuscular y la sección transversal del músculo esquelético (masa libre de grasa) [10, 11, 12, 13]. Por lo general, tales estudios han podido confirmar adaptaciones positivas causadas por este tipo de entrenamiento orientado a la mejora de la fuerza, además podríamos prevenir, o al menos contrarrestar, el proceso sarcopénico propio de la edad a la luz de los resultados de algunos de estos estudios [12].
Entonces, y ante estas evidencias, podemos plantearnos algunas preguntas: ¿Conocemos alguna metodología de entrenamiento específica que guie el diseño del programa? ¿Qué materiales, dispositivos o accesorios pueden ser los mejores para el entrenamiento acuático de la fuerza? ¿Qué dosis de ejercicio puede ser la más apropiada? ¿Qué nivel de inmersión es necesario para la realización de tales ejercicios? Para responder muchas de estas preguntas recomendamos al lector
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