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Las relaciones afectivas requieren que las personas estén dispuestas a dar y recibir afecto. Ello implica, entre otras actitudes, cuidarse mutuamente, tratando al otro le gustaría ser tratado uno mismo.
Las relaciones afectivas, especialmente las que se dan en la pareja requieren que ambos tengan claro que tipo de aportes harán a la relación. Cuidarse mutuamente implica que el amor de pareja no puede ser incondicional, porque la primera y más importante condición es amarse a sí mismo antes de amar a alguien más.
Si una persona parte de su propia autoestima para construir una relación afectiva de pareja, tendrá claro siempre que se debe estar dispuesto a no permitir abusos y si se está dispuesto a tratar a la otra persona cuidándola, es decir, tratándola como espera que se le trate a si mismo. Esto se traduce en respeto, fidelidad, comprensión, comunicación y otras cualidades necesarias para que la relación afectiva sea provechosa y perdurable.
Por otro lado, las relaciones afectivas sanas también deben incluir la práctica de la inteligencia emocional. Si sentimos afecto por nuestros hijos, por ejemplo, los prepararemos para la vida y para relaciones afectivas fructíferas identificando sus emociones y enseñándoles a darle significado y satisfacción sin hacerle daño a los demás.