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contexto institucional de la investigación sobre comunicación en España1La emergencia de la investigación sobre comunicación como ámbito de interés científico en España se remonta no mucho más allá de la década de los setenta del siglo pasado, impulsada por la institucionalización universitaria de estos estudios2. A comienzos de esa década se crean las primeras facultades de Ciencias de la Información en las universidades Complutense de Madrid, Autónoma de Barcelona y de Navarra –esta última de carácter privado, propiedad de la congregación religiosa Opus Dei–, a las que se agregaría pronto, a inicios de los ochenta, la Universidad del País Vasco. Las facultades de Ciencias de la Información –que ya en los noventa irán mudando su denominación hacia la actualmente generalizada de Ciencias de la Comunicación, o simplemente Comunicación– surgen con el propósito inmediato de sustituir a las antiguas escuelas oficiales (de Periodismo, Publicidad, Cinematografía y Televisión), encargadas hasta entonces de la formación de los profesionales de los distintos sectores de la comunicación. Este nuevo contexto institucional de la enseñanza de la comunicación –centros universitarios, y no ya escuelas profesionales– permite el arranque en España de una investigación sobre comunicación realizada con criterios científicos y abierta a las líneas de trabajo internacionales. Comenzaba a superarse así no sólo el retraso acumulado por la investigación española con respecto a aquellos ámbitos académicos con los que cabe establecer comparaciones (Estados Unidos, por supuesto; pero también los países del occidente europeo y América Latina), sino, muy principalmente, las actitudes dogmáticas y autárquicas que propiciaron en los decenios precedentes desvaríos tales como aquella doctrina española de la información de inspiración fascista (Moragas, 1981: 224-225). Si las nuevas facultades constituyeron un marco institucional adecuado para el despliegue de la investigación comunicativa española fue, en primer lugar, porque disfrutaban de mayor autonomía intelectual y organizativa que las antiguas escuelas oficiales, pudiendo así desligarse de la estricta orientación doctrinal impuesta a aquéllas por el régimen dictatorial entonces vigente. Pero sobre todo porque esos centros universitarios ofrecían, por vez primera, una auténtica estructura de oportunidades para la profesionalización académica