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La mañana siguiente don Quijote, Sancho y los cabreros emprenden camino hacia el entierro de Grisóstomo. Se encuentran con un grupo de pastores, dos hombres elegantes a caballo y tres mozos que también van al entierro, por lo que deciden acompañarse en el viaje.
Uno de los hombres a caballo que se llama Vivaldo le pregunta a don Quijote por qué anda tan armado en esas tierras tan pacíficas, a lo que nuestro protagonista le contesta que es caballero andante. Vivaldo comienza a sospechar que ha perdido el juicio e indaga un poco más, preguntándole qué es un caballero andante.
En respuesta, don Quijote le cuenta del rey Arturo de Inglaterra y de la Mesa Redonda, así como de Amadís de Gaula y de otros caballeros legendarios. En lo que podría interpretarse como anticlericalismo, don Quijote compara los soldados y caballeros andantes con los sacerdotes Vivaldo le dice que le parece mal que los caballeros andantes se encomienden a una dama antes de entrar en combate en vez de a Dios. Es la costumbre, le responde don Quijote, pero que hay tiempo para encomendarse a Dios también. Vivaldo insiste en que es preferible encomendarse a Dios como buen cristiano, y que ademas no todos los caballeros tieenen una dama Don Quijote no está de acuerdo y dice que un caballero sin dama es como un cielo sin estrellas. Entonces Vivaldo le pregunta quién es su dama y cuál es su linaje. Don Quijote le responde que es de los Toboso de la Mancha, un linaje moderno. A Vivaldo, quién es de los Cachopines de Laredo, no le suena este apellido.
Escuchar esta conversación les convence a todos en el grupo de que don Quijote ha perdido el juicio, salvo Sancho. Él sí cree que don Quijote es caballero andante pero duda un poco de la existencia de Dulcinea ya que el nombre no le suena y él vivía muy cerca de Toboso.
Llegan al pie de la montaña y allí están otros pastores con el cuerpo de Grisóstomo. Su amigo Ambrosio comienza a elogiar al difunto y menciona unos escritos en los que Grisóstomo habló de su amor por Marcela. El enamorado quiso que se quemaran, pero Vivaldo quiere rescatarlos como prueba de la crueldad y desdén de Marcela, y para que sirvan de ejemplo a los demás. Ambrosio asiente y le entrega algunos de estos papeles. Entre ellos está "Canción desperada", lo último que escribió Grisóstomo antes de morir, y Vivaldo decide leerlo en voz alta.