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El Cuento de la gallina, de Clarice Lispector se inicia con la descripción de una gallina común casera. Esta se encontraba atada y en un rincón de la cocina indefensa y esperando el destino que se había escogido para ella. La cocinera de la familia la había nominado para ser el almuerzo del domingo.
La gallina había presentado una inesperada resistencia a ser capturada. En su batalla había incluso volado hacia techos vecinos, sobrepasando muros y terrazas. Este despliegue de lucha salvaje por la vida, amerito la intervención del padre quien tuvo que desplegar desplegó dotes de acróbata para trepar techos y poder capturarla.
Al final, la gallina fue sometida, atada y lanzada al piso de la cocina. Los momentos de tensión vividos y la incertidumbre del momento de su sacrificio obran sobre ella la natural función de poner un huevo. Esta acción maravilló a la familia quien la interpretó como una seña de preocupación de la gallina por la familia así que le perdonan la vida. A partir de ese día, la gallina pasa a formar parte importante de los procesos vitales de la familia. Esta situación se mantuvo por un tiempo. La gallina logró vivir en casa como un integrante más de la familia hasta que un día la mataron, se la comieron y los años siguieron transcurriendo como si nada hubiera pasado.