• Asignatura: Castellano
  • Autor: albanyacostan
  • hace 8 años

Del poema El Maíz de Gabriela Miztral extrae algunas expresiones empleadas en el texto para identificar el tema del poema

Respuestas

Respuesta dada por: fasklfhaefwe
3

Respuesta:

Explicación:El maíz

I

 

El maíz del Anáhuac,

el maíz de olas fieles,

cuerpo de los mexitlis,

a mi cuerpo se viene.

En el viento me huye,

jugando a que lo encuentre,

y que me cubre y me baña

el Quetzalcóatl[1] verde

de las colas trabadas

que lamen y que hieren.

Braceo en la oleada

como el que nade siempre;

a puñados recojo

las pechugas huyentes,

riendo risa india

que mofa y que consiente,

y voy ciega en marea

verde resplandeciente,

braceándole la vida,

braceándole la muerte!

 

II

 

El Anáhuac lo ensanchan

maizales que crecen.

La tierra, por divina,

parece que la vuelen.

En la luz sólo existen

eternidades verdes,

remada de esplendores

que bajan y que ascienden.

Las Sierras Madres pasa

su pasión vehemente.

El indio que los cruza

“como que no parece”.

Maizal hasta donde

lo postrero emblanquece,

y México se acaba

donde el maíz se muere.

 

III

 

Por bocado de Xóchitl,

madre de las mujeres,

porque el umbral en hijos

y en danza reverbere,

se matan los mexitlis

como Tlálocs[2] que jueguen

y la piel del Anáhuac

de escamas resplandece.

Xóchitl va caminando

filos y filos verdes.

Su hombre halló tendido

en caña de la muerte.

La besa con el beso

que a la nada desciende

y le siembra la carne

en el Anáhuac leve,

en donde llama un cuerno

por el que todo vuelve...

 

IV

 

Mazorca del aire[3]

y mazorcal terrestre,

el tendal de los muertos

y el Quetzatcóatl verde,

se están como uno solo

mitad frío y ardiente,

y la mano en la mano,

se velan y se tienen.

Están en turno y pausa

que el Anáhuac comprende,

hasta que el silbo largo

por los maíces suene

de que las cañas rotas

dancen y desperecen:

¡eternidad que va

y eternidad que viene!

 

V

 

Las mesas del maíz

quieren que yo me acuerde.

El corro está mirándome

fugaz y eternamente.

Los sentados son órganos[4],

las sentadas magueyes.

Delante de mi pecho

la mazorcada tienden.

 

De la voz y los modos

gracia tolteca llueve.

La casta come lento,

como el venado bebe.

Dorados son el hombre,

el bocado, el aceite,

y en sesgo de ave pasan

las jícaras alegres.

Otra vez me tuvieron

éstos que aquí me tienen,

y el corro, de lo eterno,

parece que espejee...

 

VI

 

El santo maíz sube

en un ímpetu verde,

y dormido se llena

de tórtolas ardientes.

El secreto maíz

en vaina fresca hierve

y hierve de unos crótalos

y de unos hidromieles.

El dios que lo consuma,

es dios que lo enceguece:

le da forma de ofrenda

por dársela ferviente;

en voladores hálitos

su entrega se disuelve.

Y México se acaba

donde la milpa[5] muere.

 

VII

 

El pecho del maíz

su fervor lo retiene.

El ojo del maíz

tiene el abismo breve.

El habla del maíz

en valva y valva envuelve.

Ley vieja del maíz,

caída no perece,

y el hombre del maíz

se juega, no se pierde.

Ahora es en Anáhuac

y ya fue en el Oriente:

¡eternidades van

y eternidades vienen!

 

VII

 

Molinos rompe-cielos

mis ojos no los quieren.

El maizal no aman

y su harina no muelen:

no come grano santo

la hiperbórea gente.

Cuando mecen sus hijos

de otra mecida mecen,

en vez de los niveles

de balanceadas frentes.

A costas del maíz

mejor que no naveguen:

maíz de nuestra boca

lo coma quien lo rece.

El cuerno mexicano

de maizal se vierte

y así tiemblan los pulsos

en trance de cogerle

y así canta la sangre

con el arcángel verde,

porque el mágico Anáhuac

se ama perdidamente...

 

IX

 

Hace años que el maíz

no me canta en las sienes

ni corre por mis ojos

su crinada serpiente.

Me faltan los maíces

y me sobran las mieses.

Y al sueño, en vez de Anáhuac,

le dejo que me suelte

su mazorca infinita

que me aplaca y me duerme.

Y grano rojo y negro[6]

y dorado y en cierne,

el sueño sin Anáhuac

me cuenta hasta mi muerte.

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