¿Por qué hubo episodios de violencia campesina en Andalucía durante las primeras décadas del siglo XX?

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Respuesta dada por: davidsimon059
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1. La estructura de clases desde el siglo XVIII hasta la década de los cuarenta del siglo XX

En el siglo XVIII la gran mayoría de la población activa de Andalucía (el 73,4% en 1787) se dedicaba a actividades agrarias. Quienes se empleaban en la agricultura eran sobre todo (en torno a un 70%) jornaleros, existiendo a este respecto una significativa diferencia entre el norte y el sur de España, ya que en la zona septentrional el número de personas que ejercía como jornaleros era mucho menor; en Asturias y el País Vasco la figura del jornalero era casi desconocida. Debido a la concentración de la tierra, en Andalucía las explotaciones mostraban un gran tamaño medio, casi cuatro veces por encima de la media nacional.

La estructura de la sociedad agraria de la Andalucía del siglo XVIII estaba, en lo sustancial, conformada por cuatro grupos.

En primer lugar, la nobleza y el clero, que aglutinaban prácticamente al conjunto de grandes propietarios de tierras y representaban un porcentaje muy reducido de la población andaluza; los nobles, por ejemplo, suponían alrededor del 0,9% de la población de Sevilla y en torno al 0,4% de las poblaciones de Jaén, Granada o Córdoba.

Los ingresos que obtenían de sus tierras eran destinados, por parte de la Iglesia, a la construcción de edificaciones religiosas, a engrosar su patrimonio rústico y a aumentar su riqueza artística; y, por parte de la nobleza, a comprar más tierras y a mantener su fastuoso nivel de vida.

En el siglo XVIII, la propiedad de la mayoría de las tierras de Andalucía estaba en manos de la nobleza, la Corona, la Iglesia y los Ayuntamientos. Según estima Bernal (1974), a mediados del siglo XVIII, la nobleza detentaba alrededor de un 60% de las tierras de Andalucía; la Corona, los Ayuntamientos y los particulares se repartían un 22%; y la Iglesia poseía el 17,6% restante, siendo, además, estas tierras de calidad y muy productivas: producían el 27,9% del producto agrícola de la región.

Por otra parte, y en consonancia con lo anterior, era ostensible el predominio de la gran propiedad, de manera que ya en el siglo XVIII el latifundio era un elemento capital de la estructura económica de Andalucía. Con respecto a los regímenes de tenencia dominantes en la agricultura de Andalucía durante el siglo XVIII, la forma de explotación que más abunda es el arrendamiento.

Los grandes arrendatarios, que utilizaban los capitales acumulados, el excedente, para arrendar nuevas fincas, era el segundo sector social distinguible.

En tercer lugar, estaban los pequeños propietarios y arrendatarios. Tenían una situación muy vulnerable, se hallaban continuamente agobiados por las deudas y, a veces, trabajaban también como jornaleros.

En cuarto lugar, el grupo más numerosos y en peores condiciones sociales estaba conformado por los braceros y jornaleros agrícolas. La gran concentración de la tierra dio lugar a un extenso campesinado en situación de miseria, sin apenas capacidad de consumo. Sufrían una explotación despiadada, se les pagaba una miseria y vivían en el límite de la subsistencia, sobreviviendo gracias al trabajo de mujeres y niños, y del recurso al hurto. Según estimaciones, en torno a 1787 el salario de un bracero sevillano era de unos 3,35 reales diarios, cuando el precio de 1 Kg. de pan era de 1,3 reales aproximadamente y una familia precisaba, por termino medio, 2,5 Kg. diarios de pan, lo que suponía un costo de 3,25 reales. Por tanto, la mayoría de los productores del excedente agrario (jornaleros y pequeños propietarios y arrendatarios) se encontraban en condiciones de vida muy difíciles y precarias, lo que imposibilitaba el nacimiento y la constitución de un mercado interior en torno al cual se constituyese un proletariado artesanal o «premanufacturero»significativo.

Sólo existía un artesanado rural disperso, dedicado sobre todo a satisfacer las necesidades más inmediatas de la población campesina (vestido, calzado, vivienda) y que, debido a la escasa demanda, atravesaba continuas dificultades. Dificultades que se acentuaron durante el siglo XVIII ante la presión de las manufacturas procedentes de Cataluña y el País Vasco, con las que los artesanos «premanufactureros» andaluces no podían competir.

Finalmente, hay que señalar también la existencia de una burguesía industrial y, sobre todo, comercial. Cádiz y Málaga eran en el siglo XVIII dos relevantes centros comerciales, en los que la actividad comercial permitía una acumulación de capital. El comercio con las colonias americanas favoreció la formación en Cádiz de una significativa burguesía mercantil. Esta burguesía era en su mayoría de origen extranjero, existiendo también una significativa proporción de vascos y, en menor grado, castellanos y catalanes.

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