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Nace bajo el nombre de Anselmo de Candia y Ginebra, en Aosta ciudad de la Longobardia en 1033, ostentante de la herencia de un linaje noble del Piemonte de Casa de Candia era hijo de Gondulfo de Candia, vizconde de La Bresse y Bugay, y la princesa Ermenberga de Ginebra, pariente de Otto I de Saboya.
Como en muchas de las biografías de los santos de aquella época, se presenta una antítesis entre los caracteres de ambos progenitores: Un padre pródigo y disipado y una madre profundamente religiosa. Aun siendo esto verdad, no representaría un caso excepcional, considerando el comportamiento común en el medievo de hombres y mujeres. Con todo, se puede asegurar que la primera infancia de Anselmo transcurriría en completa normalidad. El hecho de que desde muy pequeño mostrara inquietudes religiosas se debería en gran parte al trato continuo con su madre, quien le habría acercado a sus valores y prácticas religiosas. Por otro lado, no era raro que hijos de nobles vieran la vida monástica como una vía solicitada para perpetuar el renombre de la familia.
Lo cierto es que Anselmo deseaba el ingreso al monacato benedictino desde los quince años, época en la que se le describe como piadoso y estudioso. A esta idílica etapa de su vida sucede una juventud disipada que lo conduce a un conflicto con su padre, lo cual provoca el abandono de su hogar.