Respuestas
Respuesta:
Por más que sutil freno al animoso
corcel en medio del galope tiene,
no suele ser que el ímpetu rijoso
atrás por freno racional se viene,
cuando el placer lo aguija; como el oso
jamás ante la miel su hambre detiene,
si ya llegó a su olfato olor al caso
o alguna gota degustó en el vaso.
2 ¿Qué causa habrá que al buen Rogelio frene
ahora de gozar con gran provecho
de Angélica que así desnuda tiene
en tan florido y apartado lecho?
No más memoria de su amor le viene
que tan firme albergaba antes su pecho;
y, aunque así fuera, fuera gran locura
si la ocasión en que se ve no apura;
3 en la cual no habría estado el concienzudo
Jenócrates que él más continente.
Había tirado ya lanza y escudo
y el resto aquí y allí tira impaciente,
cuando al bajar por su cuerpo desnudo
la dama el gesto vergonzosamente,
aquel anillo se notó en la mano
que en Albraca le hurtó el astuto enano.
4 El mismo que llevó consigo hasta
Francia cuando primero hizo el camino
junto a su hermano, que empuñaba el asta
que fue después de Astolfo paladino.
Con él de Malagís la ciencia vasta
volvió en la gruta de Merlín sin tino;
con él a Orlando y muchos hizo notos
de Dragontina la prisión y el lotos;
5 sin ser vista de aquel anciano puerco
la torre huyó en que puesta había sido.
Mas ¿por qué soy en repetirlo terco
si ya vos, como yo, lo habéis leído?
Brunelo se lo hurtó, mientras fue el cerco,
tras ser por Agramante requerido.
Después con tal desdén la trató el hado
que llegó al punto de perder su estado.
6 Ahora que otra vez lo ve en su mano,
es tanto su estupor y su alegría,
que casi duda de si sueña en vano,
y apenas de ojos y de mano fía.
Lo extrae del dedo, y con muy presta mano
lo echa a la boca; y, como el rayo haría,
del ojo ansioso de Rogelio escapa,
como hace el sol que alguna nube tapa.
7 Y éste a su derecha y a su izquierda
se vuelve y hacia atrás como un poseso;
y, cuando del anillo se recuerda,
burlado queda al fin del mal suceso.
Ved cuánto del descuido se remuerda
y cuánto tiene a ingrato y tiene a avieso
el acto descortés que, según piensa,
le ofrece aquella dama en recompensa.
8 «¿Es este el galardón que de ti hallo
--decía así--, ingrata y cruel señora?
¿Por qué el anillo robas con gran fallo
que yo te habría dado en buena hora?
No sólo él, mi escudo y mi caballo
y aun yo te doy, si pides tanto ahora:
basta que el rostro muestres que me escondes.
Que me oyes sé, crüel, y no respondes.»
9 Así dice y, girando aquella plaza,
tocarla como el ciego a tientas prueba.
¡Oh cuánto el aire vano en vano abraza
pensando que la suerte a ella lo mueva!
Mas ella, que ya lejos se desplaza,
no para hasta que da con una cueva
que, amplia, bajo un monte guarecida,
le presta albergue cómodo y comida.