• Asignatura: Historia
  • Autor: andreavillalo
  • hace 8 años

escriba cinco expresiones que haga referencia a espacios ( lugares) mencionados en el canto lX.

Respuestas

Respuesta dada por: jordanaacosta32
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Respuesta:

Respondióle el ingenioso Ulises: «¡Rey Alcínoo, el más esclarecido de todos los ciudadanos! En verdad que es hermoso oir á un aedo como éste, cuya voz se asemeja á la de un numen. No creo que haya cosa tan agradable como ver que la alegría reina en el pueblo y que los convidados, sentados ordenadamente en el palacio ante las mesas abastecidas de pan y de carnes, escuchan al aedo, mientras el escanciador saca vino de la cratera y lo va echando en las copas. Tal espectáculo me parece bellísimo. Pero te movió el ánimo á desear que te cuente mis luctuosos infortunios, para que llore aún más y prorrumpa en gemidos. ¿Cuál cosa relataré en primer término, cuál en último lugar, siendo tantos los infortunios que me enviaron los celestiales dioses? Ante todo, quiero deciros mi nombre para que lo sepáis y en adelante, después que me haya librado del día cruel, sea yo vuestro huésped, á pesar de vivir en una casa que está muy lejos. Soy Ulises Laertíada, tan conocido de los hombres por mis astucias de toda clase; y mi gloria llega hasta el cielo. Habito en Ítaca, que se ve á distancia: en ella está el monte Nérito, frondoso y espléndido, y en contorno hay muchas islas cercanas entre sí como Duliquio, Same y la selvosa Zacinto. Ítaca no se eleva mucho sobre el mar, está situada la más remota hacia el Occidente—las restantes, algo apartadas, se inclinan hacia el Oriente y el Mediodía,—es áspera, pero buena criadora de mancebos; y yo no puedo hallar cosa alguna que sea más dulce que mi patria. Calipso, la divina entre las deidades, me detuvo allá, en huecas grutas, anhelando que fuese su esposo; y de la misma suerte la dolosa Circe de Eea me acogió anteriormente en su palacio, deseando también tomarme por marido; ni aquélla ni ésta consiguieron llevar la persuasión á mi ánimo. No hay cosa más dulce que la patria y los padres, aunque se habite en una casa opulenta pero lejana, en país extraño, apartada de aquéllos. Pero voy á contarte mi vuelta, llena de trabajos, la cual me ordenó Júpiter desde que salí de Troya.

39 »Habiendo partido de Ilión, llevóme el viento al país de los cícones, á Ismaro: entré á saco la ciudad, maté á sus hombres y, tomando las mujeres y las abundantes riquezas, nos lo repartimos todo para que nadie se fuera sin su parte de botín. Exhorté á mi gente á que nos retiráramos con pie ligero, y los muy simples no se dejaron persuadir. Bebieron mucho y, mientras degollaban en la playa gran número de ovejas y de flexípedes bueyes, de retorcidos cuernos, los cícones fueron á llamar á otros cícones vecinos suyos; los cuales eran más numerosos y más fuertes, habitaban el interior del país y sabían pelear á caballo con los hombres y aun á pie donde fuese preciso. Vinieron por la mañana tantos, cuantas son las hojas y flores que en la primavera nacen; y ya se nos presentó á nosotros, ¡oh infelices!, el funesto destino que nos ordenara Júpiter á fin de que padeciéramos multitud de males. Formáronse, nos presentaron batalla junto á las veloces naves, y nos heríamos recíprocamente con las broncíneas lanzas. Mientras duró la mañana y fué aumentando la luz del sagrado día, pudimos resistir su ataque, aunque eran en superior número. Mas luego, cuando el sol se encaminó al ocaso, los cícones derrotaron á los aquivos, poniéndolos en fuga. Perecieron seis compañeros, de hermosas grebas, de cada embarcación y los restantes nos libramos de la muerte y del destino.

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