• Asignatura: Religión
  • Autor: jeffreyOrtega23
  • hace 8 años

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Respuesta dada por: elmarcianito404
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I.  Respetar la persona humana

Los cimientos del pensamiento social católico son el adecuado entendimiento y valor de la persona humana. En palabras del Papa Juan Pablo II, los cimientos de la enseñanza social católica son "la correcta concepción de la persona humana y de su valor único, porque «el hombre... en la tierra es la sola criatura que Dios ha querido por sí misma». En él ha impreso su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26), confiriéndole una dignidad incomparable" (Centesimus Annus 11).  En un sentido, las enseñanzas sociales de la Iglesia articulan las implicaciones éticas de un adecuado entendimiento de la dignidad de la persona.


II.  Promover la familia

La persona humana no es simplemente un individuo, sino que también es miembro de una comunidad. Si no reconocemos el aspecto comunitario caemos en un individualismo radical. Un entendimiento íntegro de la persona considera los aspectos sociales del individuo. La primera consideración social, en orden e importancia, es la familia, la cual es la unidad básica de la sociedad y es anterior y en cierto sentido supera a las demás sociedades en una comunidad. La doctrina social de la Iglesia pone acento en la importancia de la familia, en particular en la importancia de promover matrimonios estables que acojan y eduquen a los niños.  

III.  Proteger los derechos patrimoniales

La doctrina social de la Iglesia desde la Rerum Novarum (1891) del Papa León XIII hasta la encíclica Centesimus Annus (1991) del Papa Juan Pablo II ha defendido el derecho a la propiedad privada contra la afirmación de que el estado debería ser el dueño de todas las cosas.  Aún mucho antes, Santo Tomás de Aquino, cuyos escritos son de central importancia para comprender los cimientos de la doctrina social de la Iglesia,

IV.  Trabajar para el bien común.

El Papa Juan XXIII definió el bien común como "el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección" (Pacem in Terri 55).  Este bien es común porque sólo juntos como comunidad, y no simplemente como individuos aislados, es posible que disfrutemos, alcancemos y propaguemos este bien. Todas las personas están obligadas a trabajar en pos de hacer que el bien común sea una realidad cada vez más importante.

V.  Observar el principio de subsidiariedad

Algunos pensadores cristianos conciben que el estado o gobierno fue establecido simplemente para reprimir tanto a los deseos malos como a las personas malas.  En el pensamiento católico, el gobierno también tiene un rol más positivo que consiste en ayudar a garantizar el bien común.


VI.  Respetar el trabajo y al trabajador

Según el Génesis, Dios no sólo crea al hombre, sino que también lo hace trabajar para que les ponga nombre a los animales y cuide el jardín. Es evidente que Dios no le dio a Adán esta tarea porque estaba muy cansado como para terminar el trabajo. Por el contrario, el trabajo humano no sólo participa en el cuidado creativo y providencial de Dios del universo sino que también lo refleja. Incluso antes de la caída, el hombre fue creado para cultivar y mantener el Jardín del Edén, para imitar el trabajo de Dios en la creación a través del trabajo humano. Luego de la caída, el trabajo algunas veces se convierte en una tarea ardua, pero continúa siendo parte de la vocación del hombre que viene de Dios. Un trabajo honesto puede santificarse, ofrecerse a Dios y volverse sagrado a través de las intenciones del trabajador y la excelencia del trabajo realizado.


VII.   Buscar paz y ocuparse de los pobres.

Paz significa mucho más que la ausencia de un conflicto violento. Paz es "tranquilidad del orden", tomando la frase de San Agustín. La guerra entre las naciones puede ser necesaria algunas veces, pero solamente para restaurar la paz. La Iglesia Católica, desde al menos los tiempos de San Agustín, avaló la "teoría de la guerra justa".  El pacifismo rechaza rotundamente la declaración de guerra por ser moralmente mala por diversos motivos, algunos de ellos seculares (la violencia engendra violencia) y algunos otros religiosos (Jesús actuó sin violencia). El realismo, en el contexto de la ética de guerra, sostiene que la guerra no tiene ningún tipo de regla aparte de, tal vez, la ley del más fuerte.

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