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Las células de origen animal son considerablemente más sensibles que las células de origen vegetal, principalmente por la cantidad y variedad de receptores ubicados en sus membranas, y los diferentes estímulos que son capaces de percibir.
Las membranas de la célula vegetal tiene receptores enzimáticos y de luz, que pueden detectar cambios ambientales a través de las fitohormonas que se producen o de la luz.
Las células animales tienen una mayor variedad de receptores, como los de luz, tacto, temperatura, presión, sonidos, sustancias químicas, dolor entre otras. Estos estímulos son recibidos en la célula a través de un sistema nervioso sofisticado.
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