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La Revolución Industrial o Primera Revolución Industrial es el proceso de transformación económica, social y tecnológica que se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en el Reino de Gran Bretaña, que se extendió unas décadas después a gran parte de Europa occidental y América Anglosajona, y que concluyó entre 1820 y 1840. Durante este periodo se vivió el mayor conjunto de transformaciones económicas, tecnológicas y sociales de la historia de la humanidad desde el Neolítico,1 que vio el paso desde una economía rural basada fundamentalmente en la agricultura y el comercio a una economía de carácter urbano, industrializada y mecanizada.2
La Revolución Industrial marca un punto de inflexión en la historia, modificando e influenciando todos los aspectos de la vida cotidiana de una u otra manera. La producción tanto agrícola como de la naciente industria se multiplicó a la vez que disminuía el tiempo de producción. A partir de 1800 la riqueza y la renta per cápita se multiplicó como no lo había hecho nunca en la historia,3 pues hasta entonces el PIB per cápita se había mantenido prácticamente estancado durante siglos.4 En palabras del premio Nobel Robert Lucas
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La industria salvadoreña ha sufrido considerables cambios en las últimas décadas, distinguiéndose varias etapas durante su evolución y desarrollo tecnológico. El desarrollo de la industria se basa inicialmente en la producción y exportación de bienes agrícolas, cacao, bálsamo y añil en primera instancia, y después café, algodón y azúcar. Es en los obrajes, beneficios e ingenios que se va gestando un sector diferenciado del trabajador agrícola, así como del artesano urbano. El proletariado agrícola salvadoreño. Pero luego ya en el siglo XX surge la industria en las ciudades.
En 1906 en Santa Ana el guatemalteco Rafael Meza Ayau creó la primera fábrica de cerveza, La Constancia. En 1912 Fernando Sagrera padre creo la primera fábrica textil, dedicada a la producción de casimires, penetrando incluso el mercado hondureño. En 1942 cambió su nombre por Hilandería Salvadoreña, HILASAL y en las últimas décadas se dedica la producción de coloridas toallas.
La primera guerra mundial (1914-1918) provocó la instalación de grandes talleres artesanales que se vieron fortalecidos por la paralización de las importaciones de mercancías industriales. En 1927 Juana Mathies crea la primera fábrica de ladrillos de cemento. En 1922 se crea la primera fábrica de hilaturas de algodón, llamada “Minerva” propiedad del catalán Andres Molins.
En 1923 surge la fábrica textil “La Estrella” de Víctor y Teodulo Safie, en 1932 se crea la fábrica “El León” del palestino Arturo Gadala María. Y también participan en este auge textil inicial las familias Saca, Martínez Saprissa, etc. En 1944 los principales grupos industriales-comerciales están encabezados por las familias Meza Ayau, De Sola y Daglio.
En 1948 el gobierno de Oscar Osorio marca un viraje en el rumbo económico del país y entre sus primeras medidas pro industrialización, paga favores y nombra a Víctor de Sola presidente de CEL, puesto que mantuvo hasta 1978. Esto le permitió a este clan familiar de origen judío, convertirse en “la cabeza de una fracción poderosa y relativamente nueva de la gran burguesía nacional” (Castellanos 2002) y además por su presencia en la Compañía Salvadoreña del Café pudieron aprovechar las oportunidades abiertas por el mercado internacional, para obtener fabulosas ganancias.
De Sola era el mayor beneficiador y comercializador del café, fabricante de aceites y jabones, y lotificador de terrenos urbanos. El siguiente año, en 1949, se crea la empresa Cementos de El Salvador, CESSA, (hoy propiedad del gigante suizo-francés Holcim-Lafarge) que era propiedad de la familia Belismelis, dueños de la caleras de Metapan. Y en alianza con la familia Regalado.
El gobierno de Osorio marcó la entrada a una etapa basada en el modelo de sustitución de importaciones, y entre los años 1945 a 1952 el sector industrial experimenta un notable crecimiento e incluye la producción fabril de bebidas, alimentos, tabaco, textiles y calzado que pasan de ser pequeños talleres artesanales con tecnología rudimentaria a sistemas mecanizados.
En 1950 la irrupción de estos sectores industriales modernizantes permite la ruptura del férreo control que los grupos agro exportadores de café, Quiñonez y Guirola, mantenían sobre el Banco Salvadoreño, el que desde 1885 representaba los intereses de los cafetaleros de la zona central (Familias Trigueros, Duke, Guirola). Y es así que en ese año un extenso grupo de cafetaleros de las tres zonas del país (Dueñas, Regalado, Hill, García Prieto) junto con el mayor industrial de la época, Rafael Meza Ayau hijo, fundan el Banco de Comercio (hoy Scotiabank).