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El primer texto que hace referencia a la predicación de Santiago el Mayor es el «Breviario de los Apóstoles», texto del siglo VI que cita a un lugar denominado «Arca Marmárica» como su lugar de descanso definitivo. San Isidoro de Sevilla insistió en esta idea en su tratado «De ortu et obitu patrium».[1] Siglo y medio después, en tiempos del rey Mauregato, fue compuesto el himno «O Dei Verbum» en el que se calificaba al apóstol de «áurea cabeza de España, nuestro protector y patrono nacional» y empleó para ello los siguientes términos:
:«Oh, verdaderamente digno y más Santo Apóstol que refulge como áurea cabeza de España, nuestro protector y patrono nacional, evitando la peste, se del cielo salvación, aleja toda enfermedad, calamidad y crimen. Muéstrate piadoso, protegiendo al rebaño a ti encomendado, se manso pastor para el rey, el clero y el pueblo, que con tu ayuda disfrutemos de los gozos de lo alto, que nos revistamos de la gloria del reino conquistado, que por ti nos libremos del infierno eterno».[2]
Apareció el nombre del apóstol Santiago por vez primera en el «Breviario de los Apóstoles» que situaba en Hispania y en lugares occidentales la predicación del Apóstol y ubicaba el enterramiento de Santiago en Arca Marmárica. Se sabe por «Los hechos de los Apóstoles» que Santiago murió en Jerusalén bajo el mandato de Herodes. Por lo tanto tuvo que existir una traslación del cuerpo. El obispo León contaba que se le presentaron cuatro discípulos de Santiago diciéndole que habían recogido el muerto del Apóstol y lo habían transportado en una nave y que llegaron a Bisria, confluencia del Ulla y Sar, en Galicia. En una carta, León exhortaba a la cristiandad a acudir allí y orar porque «Ciertamente allí yace oculto Santiago.» A partir de ahí se iniciaron estudios y trabajos dirigidos a descubrir el lugar exacto donde estaba enterrado el Apóstol Santiago.