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El agotamiento de los yacimientos estañíferos de Europa y la demanda de la industria norteamericana y europea que contaba con el estaño como un elemento ideal para aleaciones (hojalata, papel metálico, conservas y un largo, etc.), fueron los activadores del auge minero boliviano en el período 1900-1940.
El surgimiento del estaño fue providencial para la economía boliviana que vivía al finalizar el siglo XIX el desplome de la plata. El descubrimiento de la veta de La Salvadora de Patiño en 1900 simboliza el cambio. El ámbito geográfico de la riqueza minera boliviana, distribuido fundamentalmente en los departamentos de Potosí y Oruro no cambió desde el inicio de la explotación colonial. El estaño no marcó la diferencia, los grandes yacimientos se ubicaron en la misma zona y más de una vez en las mismas minas en las que se había explotado plata, ya que es frecuente la presencia de ambos minerales, siendo inicialmente el estaño un subproducto de la plata. Esta circunstancia facilitó muchísimo el tránsito de un tipo de explotación a otro y no requirió al comienzo de ninguna inversión especial. Los exportadores contaban además con una infraestructura ferrocarrilera que los liberales ampliaron en su período, permitiendo la salida eficiente del mineral por la vía de Antofagasta primero y Arica después. Esto hizo que en menos de una década el estaño se convirtiese en un verdadero "boom" económico con el consecuente desplazamiento de unos empresarios por otros. En la era estañífera los yacimiento más grandes se encontraban más próximos a Oruro que a Potosí. Oruro se convirtió por eso en una ciudad próspera, sede de las más importantes empresas mineras, punto de abastecimiento de los centros mineros, sede de bancos y nudo ferroviario del país.
El estaño trajo nuevos y poderosos apellidos, Simón I. Patino paradigma del capitalismo boliviano, Mauricio Hoschild aventurero que hizo fortuna con la minería y Carlos Víctor Aramayo heredero de los Aramayo de Chichas. Los tres grandes grupos conocidos como los barones del estaño, controlaron la economía boliviana hasta la nacionalización de las minas (1952). Su influencia sobre liberales y republicanos fue decisiva y forzó las políticas de gobierno en favor de sus intereses.
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