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La clase política confunde y nos confunde intencionadamente con estos dos conceptos que ellos utilizan indistintamente. Pero la diferencia es total, y es clave para comprender por qué la democracia sigue siendo un proyecto a estas alturas de la historia humana. Para ver dicha diferencia es necesario aclarar la que existe entre comunidad real e imaginada. Recurro para ello a David de Ugarte, que define la comunidad real como “un grupo de personas que interactúan entre sí de forma sostenida en el tiempo, reconociéndose una identidad común que proyectan en un hacer juntos”, en contraposición a las “comunidades imaginadas, como la nación, la clase o el género, en las que se reconoce una cualidad, un atributo, con otros a los que sólo se puede imaginar y a partir de los cuales se pretende que todos los miembros compartan - conscientemente o no- una identidad diferenciada”.