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Un ejemplo de la vida cotidiana de como el cuerpo con sus impulsos bajos confunde al alma es el adulterio. Al estar en un matrimonio, se hace un juramento de compartir la vida con una sola persona y es un compromiso que adquirimos con Dios de honrarlo. Nuestro cuerpo, gracias a las hormonas puede hacernos caer en la tentación de ser infieles y adulterar. El cuerpo nos hace creer que como el adulterio es algo de un momento no puede ser tan malo y que si nadie se entera, no habrá problema alguno. Y de esa manera confunde a nuestra alma.
Hay que tener en cuenta que el alma es básicamente lo que somos. No sólo es el depósito de nuestros sentimientos sino nuestra esencia. Allí se albergan las esperanzas, tristezas, consuelo, obediencia o desobediencia a Dios y ella es la que debe salvarse.