Respuestas
Respuesta:
Aquiles era un semidios, hijo de un mortal y de una divinidad. Su padre fue el rey Péleo y la diosa marina Tetis, una Nereida, divinidad del mar conocida como ninfa que vivía en las profundidades del océano. Tetis era dulce y con un gran sentido de la hospitalidad. A tal punto que Zeus, el dios supremo y Poseidón, el dios del mar, la comenzaron a seducir y cortejar. La diosa de la prudencia, Temis, había profetizado que a Tetis le nacería un hijo único que superaría, en grandeza, a su progenitor. Por esta razón, ambos dioses, renunciaron a ella ya que ninguno quería que un hijo suyo le quitara el protagonismo. Los dioses, a menudo, suelen ser veleidosos y vanidosos. No comparten su gloria con nadie. Antes de correr el riesgo de ser destronados en el poder, por el hijo que tuvieran con ella, prefirieron entregar la ninfa al rey Péleo.
Tetis fue –entonces- obligada, por los dioses, a casarse con un mortal, el cual se enamoró rápidamente de ella, desconociendo el contenido de la profecía. Para proceder correctamente en el cortejo pidió consejo al sabio y anciano centauro Quirón, cuyo cuerpo era mitad hombre y mitad caballo. Éste le dijo que las Nereidas tenían el poder de cambiar de forma y que cuando atrapara a su prometida no la soltara hasta que de nuevo adquiriese forma humana. Así lo hizo y, al atraparla, tuvo que esperar mucho tiempo sus sucesivas transformaciones, las cuales ella hacía para despistarlo y poder huir, hasta que -al fin- agotada la hermosa ninfa por la cantidad de energía que insumía cada transformación, apareció en su forma humana y Péleo la pudo retener consigo.
Explicación:
La boda de Péleo y Tetis se celebró en la cueva de Quirón, la cual ese día había sido adornada, magníficamente. Todos los dioses asistieron, menos Eris, la diosa de la discordia que fue excluida porque siempre provocaba disturbios donde estaba. Era atrevida y escandalosa. No tenía límites con tal de llamar la atención. En esta ocasión, despechada por no haber sido invitada, se presentó lo mismo en el festejo y desafiante, arrojó provocativamente una manzana de oro para la más bella de todas las diosas allí presentes.
Las diosas Hera, Atenea y Afrodita se disputaron el privilegio de ese honor y fue el príncipe Paris, el cual -por pedido de Zeus- tuvo que dictaminar el veredicto. Las diosas le hicieron a Paris el ofrecimiento de sus dones exclusivos, aunque no fue suficiente el poder ofrecido por Hera y la sabiduría otorgada por Atenea sino que pudo más la belleza de la reina Helena de Esparta, prometida por Afrodita.
Paris eligió a la diosa Afrodita como la más bella para luego poder quedarse con la reina Helena, cuando fuera la ocasión oportuna. Lo cual se produjo al cabo de unos años -por la intervención de la misma Afrodita, la diosa del amor y del placer- cuando Helena de Esparta fue raptada por Paris y llevada a Troya. Este amor apasionado fue el comienzo, nada menos, que de la Guerra de Troya, de la cual Aquiles participó siendo el más famoso de todos sus líderes.
Es curioso que existan amores que desaten guerras. Después de todo, amor y guerra son dos artes y dos pasiones -a veces bastante- parecidas. Soldados y amantes saben de luchas.
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La diosa Tetis y el mortal Péleo, tuvieron un solo hijo: el gran Aquiles de condición semidivina. Como en él se mestizaba la divinidad y la mortalidad, para que pudiera adquirir la invulnerabilidad -ya que estaba destinado a la misión de guerrero- su madre trató de inmunizarlo contra cualquier mal, sumergiéndolo en la Laguna Estigia, las aguas del inframundo donde vivía el señor de las sombras, el dios Hades.
Allí, en ese oscuro y húmedo lugar, agarró a su pequeño hijo por el talón derecho y lo sumergió profundamente en las frías aguas subterráneas, las cuales tenían el poder de hacer insensible cualquier herida que tocaran. El pequeño -conteniendo instintivamente- la respiración fue hundido en las aguas turbulentas. Fue como el ritual de un segundo nacimiento. A partir de entonces el niño se volvió fuerte e invulnerable, excepto esa única parte en la que su madre lo sujetaba y que no fue tocada por las aguas: su talón. Ese poder lo acompañó por el resto de la vida y esa debilidad, también.
Es así como -desde el comienzo hasta el final de su historia- está su talón como protagonista. Por él obtuvo su don de fortaleza y su debilidad al mismo tiempo. Suele suceder que una cosa otorgue la otra. Lo que resulta un don es también -muchas veces- un sufrimiento. Un don para los otros y un sufrimiento para quien lo tiene.