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Señor Presidente:
Me hubiera gustado escribirle en otras circunstancias. Me llamo Katerina y tengo 25 años. No pertenezco ni a los "buenos" ni a los "malos". No soy "islamista", ni tampoco "francesa". Soy francesa por mi pasaporte, de origen español por parte de mi madre y griego por parte de mi padre. Sin duda soy europea. Probablemente parisina, dado que nací y he vivido hasta ahora en el distrito 10. Pertenezco sin duda a la "generación Bataclan", en portada del diario Libération a la mañana siguiente de los atentados. Sin embargo, no fuí al Bataclan más que una vez y desconfío de los eslóganes, y más aún de los titulares. ¿Qué más soy? Si tuviera que escoger entre Libération y Le Figaro, escogería el primero, puesto que voté por usted, en 2012.
Creer y votar
Así que voté por usted: Mi primer voto en elecciones presidenciales. Un gran momento. La esperanza, la alegría, la angustia, el sentimiento de poder participar en el futuro de un país, la ilusión "de poder", más que la ilusión "del poder". El entusiasmo al fin, y la victoria, cuando la izquierda le ganó a la derecha. Alegría en la Bastilla. En resumen: La juventud, sus ilusiones y su idealismo.
Así que voté por usted. Me habían dicho que no creyera. Me dijeron que el "sistema" es más grande y fuerte que Sarkozy, Hollande, Merkel, Schäuble, Papandreou, Tsipras, DSK, Lagarde… Finalmente poco importa porque "todos son iguales" y que el dinero gobierna en lugar de las personas. Me dijeron que nuestras viejas democracias se tambalean y que el voto es una tontería, no sirve para nada, y más vale reírse sobre todo de la política, porque ningún político ha mantenido sus promesas. ¡Vivan la abstención, el arte por el arte, el cinismo y los aperitivos!
Me lo dijeron, y a pesar de todo, yo creí. Yo con mis ilusiones, creímos en su promesa de que la "juventud" sería su prioridad. Yo con mi progresismo burgués creímos en una política de izquierda: La cultura, la sociedad, la educación, la salud, el Estado providencia... Yo con mi buena consciencia como habitante del 10, creímos que votando por la izquierda haríamos mas bien que mal y que habría un cambio, a lo mejor no ahora, pero pront0. Inch'allah, y no soy musulmana, ¡de verdad! Yo con mi supuesta apertura de espíritu, creímos que la izquierda traería otros valores, de humanismo y de tolerancia. Yo con mis estupideces, se siente uno impotente.
Así que voté por usted. Sin embargo, dos céntimos y unos días más tarde, me pregunto: ¿En que momento voté por una Francia en guerra? ¿Cómo es que el esfuerzo de la guerra va a ayudar a la juventud? ¿Cómo es que la guerra puede abrir el camino a un desarrollo sostenible? Mi madre trabajó como maestra durante 20 años en un colegio en una "zona de educación prioritaria" del distrito 10 y junto con ella, me pregunto por qué el presupuesto militar aumenta mientras que el presupuesto para la educación disminuye tanto.
Como hace un buen político, pienso en las próximas elecciones: ¿La izquierda? ¿Qué tiene de bueno? ¿La derecha? ¿Para qué? ¿La extrema derecha? Una ilusión más. ¿Los partidos pequeños? Pocas posibilidades de ganar. ¿La abstención? Irresponsable. ¿El voto en blanco? No se contabiliza.
"Nada es peor que la guerra"
Me gustaría contarle una historia para terminar. Hace algunos días, estaba en casa de mi abuela, la que atravesó los Pirineos. A sus 89 años, todavía vive en su casa, con un perro y la televisión como principal compañía. Esa noche, la tele estaba encendida y observé a mi abuela ver las noticias. Ignoro lo que comprende de ese flujo contínuo que mezcla sin cambios referencias a la yihad, a Twitter, a la COP21, salafismo, publicidad, entrevista Hollande-Obama, Putin, publicidad, terrorismo, hashtag, atentado, COP21, más publicidad, Twitter, etc. La veo de vez en cuando mover la cabeza, en acuerdo o en desacuerdo, cuando no me confía simplemente su incomprehensión sobre el estado de las cosas, del mundo; de las cosas de este mundo.
"No hay nada peor que la guerra", me dijo de repente, ella que de niña tuvo que huir de la guerra civil española para venir a refugiarse a Francia. De repente, me cuenta la historia de como huyó: El ruido de las bombas, las visiones del horror, los tres días que pasó en la bodega de un barco, sin agua ni comida, para escapar de los bombardeos... Un periodista comenta sobre el compromisio de Francia de intensificar los ataques en Siria y observo a mi abuela negar con la cabeza. Después viene el turno de Merkel y su escepticismo a la idea de comprometerse en una guerra: La observo como esboza un "sí".
Tengo más dudas y preguntas que respuestas. No obstante tengo una certeza, heredada de una anciana que sabe de qué habla: No hay nada peor que la guerra. Me gusta creer, señor Presidente, que el futuro es una página en blanco y que su poder es más que una ilusión. Entonces, ¿por qué escoger lo peor?