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Nuestra lengua, como la mayoría de las lenguas humanas, es dinámica y su principal cualidad es que es cambiante; pues el hablante es el diseñador de los sistemas comunicativos que darán sentido al código lingüístico dentro del ámbito cultural.
Uno de los riesgos que corre el español como sistema comunicativo en el ámbito cultural hispanoamericano es dual; por un lado la Academia presenta normativas que discrepan de los usos y estas inflexiones pueden presentar dicotomías en el manejo simple de la lengua y por otro lado tenemos una diversidad de paradigmas, todos con un profundo rasgo aculturante que penetra en la lengua y la modifica de raíz.
Así pues tenemos un hablante pretendidamente global que incorpora arbitrariamente signos lingüísticos contrastantes con la normativa del español y una Academia lenta en comprender estos procesos culturales y aún más lenta en admitirlos y cualificarlos.