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La guerra santa es una guerra que se hace por motivos religiosos, y que con frecuencia supone una recompensa espiritual para quienes participan o mueren en ella. Las guerras de religión de Francia, las cruzadas y la yihad islámica suelen presentarse popularmente como ejemplos de guerra santa,1 aunque algunos especialistas no concuerdan plenamente con dichas identificaciones,2 o distinguen entre las expresiones «guerra sacralizada», «guerra santa» y «cruzada».
El esquema más corrientemente admitido es el de una evolución por escalones sucesivos, que permitió pasar de la guerra justa a la guerra sacralizada, después a la guerra santa y, por último, a la cruzada. Jean Flori, autor de numerosos artículos y síntesis sobre el tema, piensa en un itinerario diferente: la guerra justa no precedió a la guerra santa; más bien fue la imposibilidad de decidir si una guerra era santa la que impuso el recurso a la guerra justa.3
Como guerra santa se designa toda aquella guerra que se hace por motivos religiosos contra los enemigos de una fe.
Entre las motivaciones de la guerra santa podemos mencionar la idea de proteger una religión, sus dogmas y sus lugares sagrados de aquellos que se consideren, por diversas circunstancias, una amenaza. Asimismo, la guerra santa se libra con la idea de recibir una recompensa espiritual.
Las guerras santas nacen de las discordias y las diferencias entre las religiones y los pueblos, entre ciertas doctrinas y valores. Son producto del irrespeto y la intolerancia hacia el otro que piensa o tiene creencias diferentes.
No obstante, las guerras santas, como toda guerra, también responden a diferentes intereses políticos y económicos. De hecho, en ciertos momentos de la historia, las guerras santas han sido utilizadas para la expansión de una religión.