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Dialéctica
(Del griego: “dialogo” –sostener conversación, polémica). Algunos filósofos de la Antigüedad entendían por dialéctica el arte de descubrir la verdad poniendo de manifiesto las contradicciones en la argumentación del adversario y superando estas contradicciones. Posteriormente, la dialéctica se convirtió en la teoría de las conexiones y del desarrollo universales. La dialéctica considera que todos los fenómenos están sujetos a perpetuo movimiento y cambio, y que el desarrollo de la Naturaleza es el resultado del desarrollo y de la lucha de sus contradicciones. Los filósofos de la antigua Grecia, según la expresión de Engels, eran dialécticos innatos. El célebre filósofo materialista de la antigüedad, Heráclito, enseñaba que todo es y no es, pues todo fluye, todo se halla sujeto a un proceso de transformación, de incesante nacimiento y caducidad. Otro de los más notables filósofos de la antigua Grecia, Aristóteles, había llegado ya a penetrar en la forma más sustancial del pensar dialéctico. Pero en la filosofía griega, la dialéctica aparece todavía en su simplicidad primitiva. La dialéctica de los antiguos griegos era una dialéctica candorosa. La conexión universal de los fenómenos no la demostraban en sus pormenores. Concibiendo la Naturaleza como un todo íntegro, no llegaron hasta el análisis de sus objetos y fenómenos, sin el cual tampoco el cuadro general del mundo puede adquirir un sentido claro. Más adelante, en el curso de varios siglos, la concepción metafísica del mundo, concepción opuesta a la dialéctica, alcanzó el predominio. Elementos de dialéctica hay también en la filosofía de Descartes y de Spinoza, pero en general, sus concepciones son metafísicas. Sólo desde la segunda mitad del siglo XVIII, la concepción metafísica del mundo comienza a resquebrajarse, siendo el filósofo alemán Kant el primero en abrirle una brecha al formular su teoría de la formación histórica del sistema solar. La moderna filosofía alemana halló su culminación en Hegel. “El mérito principal de esta filosofía fue, la restauración de la dialéctica como suprema forma del pensamiento” (Engels). La dialéctica hegeliana presentó por vez primera todo el mundo histórico y espiritual en forma de un proceso, o sea, en movimiento, mutación, desarrollo y transformación continuos. Las contradicciones internas de este proceso actuaron, además, en calidad de manantial del automovimiento y del autodesarrollo. Pero Hegel era un idealista; veía la base y la esencia de todo lo existente en el autodesarrollo de la “idea absoluta”. Según Hegel, el pensamiento era el creador de la realidad. “De aquí surge toda la construcción forzada hasta erizar a menudo los cabellos: el mundo, quiéralo o no, debe adaptarse a un sistema de ideas” (Engels). La dialéctica se transformó en una ciencia sólo cuando Marx y Engels la desembarazaron de su corteza idealista hegeliana, siguieron desenvolviendo lo teoría del desarrollo y crearon la dialéctica materialista. Marx y Engels sólo tomaron de la dialéctica de Hegel su “médula racional”, reelaborando sobre base materialista el método de Hegel, tomando por fundamento del desarrollo, no la idea, sino la realidad material. El método dialéctico marxista es básica y diametralmente opuesto a la dialéctica de Hegel. La dialéctica marxista es la doctrina sobre el desarrollo, pero en su forma más completa, profunda y libre de unilateralidad. La dialéctica creada por Marx y Engels y desarrollada más plenamente por Lenin y Stalin, es la ciencia de las leyes generales del desarrollo de la Naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento. (Ver: Método Dialéctico Marxista).