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Respuesta:
Anita y Carlos siempre supieron que el destino de su luna de miel sería Cuba. Tras varios días en La Habana, enlazaron con varios de los famosos cayos de la costa norte, siendo Cayo Guillermo el lugar donde disfrutarían de unos días de inmersión en el Caribe con un profesor de buceo privado. Fue así como conocieron a Eduardo, un joven mulato que vivía en una choza de palma entre los cañares que se asomaban a uno de los arrecifes. Cada mañana, Anita y Carlos se sumergían mientras Eduardo les enseñaba los peces tropicales cuyos detalles comentaban al volver tomando unas cervezas. Sin embargo, el segundo día Carlos percibió que Eduardo era muy propenso a “tocar” de más a su esposa: un abrazo por la cintura cuando creía que él no estaba, un empujoncito al agua… Carlos moría de celos, pero prefirió fingir sonrisas que no le delatasen. Una táctica que no pudo continuar cuando, ya durante la última noche, los coqueteos de Eduardo con su esposa eran más que evidentes. Tras volver al hotel, el recién marido dio varias vueltas en la cama hasta levantarse, dejando a su esposa dormida. Anduvo bajo el cielo estrellado hasta la casita en la que Eduardo vivía y tocó a la puerta. Él apareció desnudo, tan solo vestido con unos calzoncillos. Tras una reacción extrañada de Eduardo, Carlos se quedó mirándole. Y sin pensarlo, se lanzó a darle un beso.
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