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El humanismo es una Doctrina, que antepone, frente a cualquier otra instancia, la felicidad y bienestar del hombre en el transcurso de su vida. El término tiene su origen en las corrientes teórico-pragmáticas que durante el Renacimiento europeo se revelaron contra las limitaciones de tipo moral impuestas por la teología dogmática de la Edad Media.
El Humanismo propugnaba, frente al teocentrismo de la teología escolástica medieval y el canon eclesiástico de prosa, que imitaba el pobre latín tardío de los Santos Padres y el simple vocabulario y sintaxis de los textos bíblicos traducidos, el antropocentrismo y los studia humanitatis, una formación íntegra del hombre en todos los aspectos fundada en las fuentes clásicas grecolatinas, muchas de ellas recién descubiertas entonces, gracias por una parte al trabajo de traductores como Averroes y por otra a la infatigable búsqueda de manuscritos por eruditos humanistas en los monasterios de toda Europa. Este era un latín más puro, brillante y genuino. En consecuencia el humanismo debía restaurar todas las disciplinas que ayudaran a un mejor conocimiento y comprensión de estos autores, a los que se consideraba un modelo de humanidad más puro que el contaminado por la viciosa Edad Media, para recrear las escuelas de pensamiento filosófico grecolatino e imitar el estilo y lengua de los escritores clásicos, y por ello se desarrollaron extraordinariamente la gramática, la retórica, la literatura, la filosofía moral y la historia, ciencias ligadas estrechamente al espíritu humano, en el marco general de la filosofía: las artes liberales o todos los saberes dignos del hombre libre frente al dogmatismo cerrado de la teología, expuesto en sistemáticos y abstractos tratados que excluían la multiplicidad de perspectivas y la palabra viva y oral del diálogo y la epístola, típicos géneros literarios humanísticos, junto a la biografía de héroes y personajes célebres, que testimonia el interés por lo humano frente a la hagiografía o vida de santos medieval, y la mitología, que representa un rico repertorio de la conducta humana más sugerente para los humanistas que las castrantes leyendas piadosas, vidas de samntos y hagiografías de Jacopo della Voragine y su leidísima Leyenda dorada. Este tipo de formación se sigue considerando aún hoy como humanista.
Algunos de sus rasgos ideológicos del humanismo son, por ejemplo: El antropocentrismo o consideración de que todo gira en torno al hombre frente al teocentrismo medieval. Se restaura la fe en el hombre porque posee valores importantes que no conviene despreciar. Ya no se desprecia ni la fama en este mundo, ni el dinero, ni el goce epicúreo de los sentidos. La razón humana adquiere valor y en pintura se unifica con un punto de fuga racional la escala antes expresionista de las figuras. Se ponen de moda las biografías de Plutarco y se propone como modelos, frente al guerrero medieval, el cortesano y el caballero que combina la espada con la pluma. Se ve como legítimo el deseo de fama, gloria, prestigio y poder (El príncipe, de Maquiavelo), valores paganos que bonifican al hombre frente a otros que lo reducen al compararlo con Dios y degradan esos valores a la categoría de pecados según la moral cristiana y la escolástica. El comercio no es pecado y el calvinismo glorifica el dinero como señal de que Dios ha bendecido en la tierra a quien trabaja
El pacifismo o irenismo: el odio por todo tipo de guerra.
El deseo de la unidad política y religiosa de Europa bajo un sólo poder político y un solo poder religioso separado del mismo: se reconoce la necesidad de separar moral y política, autoridad eterna y temporal.
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