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México social: el desafío de una nueva democracia
El INE tiene ante sí inmensos desafíos: de acuerdo con el Informe Latinobarómetro 2013, sólo 37% de la ciudadanía apoya a la democracia; mientras que prácticamente 50% de la población declara que estaría dispuesta a ceder libertades a cambio de mayores niveles de bienestar; un 34% sostiene que en los últimos 12 meses, ellos o sus familias no tuvieron recursos para adquirir alimentos, en tanto que 54% declara que en el último año se quedaron al menos una vez sin dinero para comprar comida
En palabras de Peter Mair: “Estamos asistiendo a la aparición de una idea de democracia a la que se está despojando de su componente popular, alejándola del demos” (Mair, 2015: 22). La aparición de grupos de poder, extranjeros o internos, con la capacidad de ejercer el poder sin una base legal, han traído como resultado un Estado débil, incapaz de satisfacer aspectos tradicionales de las demandas sociales, asumiendo una serie de intereses particulares como metas sociales, acrecentando la brecha entre representantes y los intereses de sus representados. Todo lo anterior ha confeccionado la mayor crisis de representación en la historia de la democracia moderna.
La crisis de representación, entre otros resultados, ha generado un ambiente de distanciamiento entre la ciudadanía y su democracia. Durante los últimos años, al interior de los Estados modernos, se ha hablado mucho sobre lo qué es la democracia y su renovación. Intentos institucionales por incluir en la vida democrática a los ciudadanos son constantes a partir de la premisa de que la participación política es un derecho del ciudadano que debe ser ejercido cotidianamente. Sin embargo, la cada vez menor capacidad de maniobra del gobierno y sus instituciones, y los efectos de los procesos de globalización, dan como resultado un alejamiento de las formas convencionales de participación democrática (Mair, 2015: 27-31), siendo la protesta, la búsqueda de alternativas o el desinterés en la política, la constante entre el descontento de la sociedad con su democracia.
La aparición de instituciones no legítima, ni democráticamente instituidas (debido a la poca participación de intereses sociales) y la importancia cada vez mayor de organismos supranacionales e internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, han cambiado la dinámica y la influencia que un gobierno puede tener en las decisiones que ahora están ligadas a dinámicas más allá de sus fronteras y su control. En un sistema globalizado en donde los estándares relacionados con la educación, la economía o la competitividad de los sueldos, están establecidos por actores sin una relación directa con los gobiernos o la realidad social local, los resultados o políticas adoptadas como idóneos difícilmente trabajan en una lógica que beneficie a la sociedad local; por el contrario, están establecidos y operan a favor del mercado; más precisamente, de las grandes corporaciones.
Contradiciendo a Geoffrey Garrett, al cual cito ampliamente cuando asegura que: