Respuestas
Actualmente se están sembrando las semillas que producirán oleadas de revueltas sociales más preocupantes para los gobiernos de todo el mundo que la Primavera Árabe y mayores que el movimiento okupa. Si los líderes mundiales pensaban que podían estar tranquilos porque las protestas de 2011, 2012 y 2013 se han ido calmando, el Informe de Seguimiento de la Educación para Todos en el Mundo (EPT), que ha presentado Pauline Rose hace unas semanas, pone de manifiesto la gran desigualdad de oportunidades en el mundo para los jóvenes de hoy que se convertirán en la próxima generación de descontentos. El nivel de desigualdad que tienen que enfrentar “los niños de la globalización” –niños nacidos antes y después del milenio-, es bastante desalentador. Pero estas noticias son también malas para los países en vías de desarrollo ya que se prevé que en el año 2030, 1.000millones de hombres y mujeres –entre una población activa mundial de 3.500 millones– no tendrán los conocimientos necesarios para encontrar un empleo. En el presente, solamente el 36% de los niños de los países más pobres finalizan el primer ciclo de enseñanza secundaria. Esa cifra habrá aumentado en 2030 –aunque solo al 54%–. Y el 23%, es decir, uno de cada cuatro niños ni siquiera completará los estudios primarios. De este modo, el propósito de llevar la educación primaria universal a los niños más pobres de África subsahariana no se cumplirá hasta 2069 y en el caso de las niñas más pobres, este no se logrará hasta 2086. Si las tendencias observadas se mantienen, se tardará casi un siglo en conseguir que la educación secundaria universal alcance a todas las niñas pobres de África subsahariana. Con todo, las disparidades de género no son el único problema. Ahora, solo una de cada cuatro niñas pobres que habitan en zonas rurales completa la educación primaria. En 2030, la mitad de ellas no tendrá esa oportunidad. En este momento, el 90% de esas niñas no llega a terminar la educación secundaria y en 2030, el porcentaje de las que lo conseguirán será inferior (70%). Además, existe una gran desigualdad entre ricos y pobres cuando se trata de acceder a una plaza escolar. Las niñas de familias pobres de al menos once países del continente africano, tendrían que esperar a 2120, o después, para poder disfrutar de los mismos derechos que tienen los niños más ricos para acceder al primer ciclo de enseñanza secundaria. Pero ir a la escuela no siempre significa que se vaya a recibir una educación de calidad. Mientras que se invierten 400 dólares en la educación de cualquier niño africano hasta que cumple 16 años, se gastan 100.000 dólares en la educación de cualquier niño occidental. Y la brecha entre la promesa de la globalización de dar oportunidades para todos y la realidad que experimentan los jóvenes ya está creando tensión, inquietud y rebeldía entre la juventud. Los informes de Iniciativa para el Diálogo Político y la Fundación Friedrich-Ebert-Stiftung han analizado las recientes protestas y han llegado a la siguiente conclusión: “La razón principal por la que la gente de todo el mundo está protestando se debe a la falta de justicia económica. En general, 488 de esos episodios se han producido en el periodo comprendido entre 2006 y 2013. En estos informes se han estudiado el 58% de todas las protestas. Todas ellas muestran la indignación de la gente. La mayoría de las protestas mundiales están relacionadas con la justicia económica y en contra de la austeridad, y muestran también la indignación de los manifestantes por las grandes desigualdades que hay entre las clases bajas y medias, y los ricos y las empresas”. En los próximos años, estos jóvenes serán cada vez más conscientes, gracias a sus dispositivos móviles e Internet, de que son pobres y no tienen acceso a la educación no porque no tengan aptitudes, sino porque su país de nacimiento y el lugar donde vivan determinan su situación. La tensión aumentará porque esos jóvenes de los países en desarrollo ya no aceptarán un mundo en el que el lugar de nacimiento condicione su destino, que sus derechos sean los que otros les quieran dar y las oportunidades sean las que el padre o el abuelo decidan que pueden tener. Para proteger los derechos de los niños y proporcionarles una vida más justa, los jóvenes, las empresas, los grupos religiosos, los padres y los educadores debemos aunar esfuerzos conforme avance este año y pedir a los gobiernos que reafirmen su voluntad de impartir enseñanza a todos los que enfrentan dificultades. Podemos cambiar el destino de la próxima generación de jóvenes cerrando la brecha de las desigualdades y restableciendo la voluntad política de alcanzar el objetivo de una educación para todos en 2015. Para ello, debemos empezar por asegurarnos de que los 57 millones de niños que no van a la escuela estén a salvo del trabajo infantil, del matrimonio forzoso y de cualquier tipo de discriminación, y que cuenten con maestros y aulas para que puedan empezar a aprender.
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Actualmente se están sembrando las semillas que producirán oleadas de revueltas sociales más preocupantes para los gobiernos de todo el mundo que la Primavera Árabe y mayores que el movimiento okupa. Si los líderes mundiales pensaban que podían estar tranquilos porque las protestas de 2011, 2012 y 2013 se han ido calmando, el Informe de Seguimiento de la Educación para Todos en el Mundo (EPT), que ha presentado Pauline Rose hace unas semanas, pone de manifiesto la gran desigualdad de oportunidades en el mundo para los jóvenes de hoy que se convertirán en la próxima generación de descontentos. El nivel de desigualdad que tienen que enfrentar “los niños de la globalización” –niños nacidos antes y después del milenio-, es bastante desalentador. Pero estas noticias son también malas para los países en vías de desarrollo ya que se prevé que en el año 2030, 1.000millones de hombres y mujeres –entre una población activa mundial de 3.500 millones– no tendrán los conocimientos necesarios para encontrar un empleo. En el presente, solamente el 36% de los niños de los países más pobres finalizan el primer ciclo de enseñanza secundaria. Esa cifra habrá aumentado en 2030 –aunque solo al 54%–. Y el 23%, es decir, uno de cada cuatro niños ni siquiera completará los estudios primarios. De este modo, el propósito de llevar la educación primaria universal a los niños más pobres de África subsahariana no se cumplirá hasta 2069 y en el caso de las niñas más pobres, este no se logrará hasta 2086. Si las tendencias observadas se mantienen, se tardará casi un siglo en conseguir que la educación secundaria universal alcance a todas las niñas pobres de África subsahariana. Con todo, las disparidades de género no son el único problema. Ahora, solo una de cada cuatro niñas pobres que habitan en zonas rurales completa la educación primaria. En 2030, la mitad de ellas no tendrá esa oportunidad. En este momento, el 90% de esas niñas no llega a terminar la educación secundaria y en 2030, el porcentaje de las que lo conseguirán será inferior (70%). Además, existe una gran desigualdad entre ricos y pobres cuando se trata de acceder a una plaza escolar. Las niñas de familias pobres de al menos once países del continente africano, tendrían que esperar a 2120, o después, para poder disfrutar de los mismos derechos que tienen los niños más ricos para acceder al primer ciclo de enseñanza secundaria. Pero ir a la escuela no siempre significa que se vaya a recibir una educación de calidad. Mientras que se invierten 400 dólares en la educación de cualquier niño africano hasta que cumple 16 años, se gastan 100.000 dólares en la educación de cualquier niño occidental. Y la brecha entre la promesa de la globalización de dar oportunidades para todos y la realidad que experimentan los jóvenes ya está creando tensión, inquietud y rebeldía entre la juventud. Los informes de Iniciativa para el Diálogo Político y la Fundación Friedrich-Ebert-Stiftung han analizado las recientes protestas y han llegado a la siguiente conclusión: “La razón principal por la que la gente de todo el mundo está protestando se debe a la falta de justicia económica. En general, 488 de esos episodios se han producido en el periodo comprendido entre 2006 y 2013. En estos informes se han estudiado el 58% de todas las protestas. Todas ellas muestran la indignación de la gente. La mayoría de las protestas mundiales están relacionadas con la justicia económica y en contra de la austeridad, y muestran también la indignación de los manifestantes por las grandes desigualdades que hay entre las clases bajas y medias, y los ricos y las empresas”. En los próximos años, estos jóvenes serán cada vez más conscientes, gracias a sus dispositivos móviles e Internet, de que son pobres y no tienen acceso a la educación no porque no tengan aptitudes, sino porque su país de nacimiento y el lugar donde vivan determinan su situación. La tensión aumentará porque esos jóvenes de los países en desarrollo ya no aceptarán un mundo en el que el lugar de nacimiento condicione su destino, que sus derechos sean los que otros les quieran dar y las oportunidades sean las que el padre o el abuelo decidan que pueden tener. Para proteger los derechos de los niños y proporcionarles una vida más justa, los jóvenes, las empresas, los grupos religiosos, los padres y los educadores debemos aunar esfuerzos conforme avance este año y pedir a los gobiernos que reafirmen su voluntad de impartir enseñanza a todos los que enfrentan dificultades. Podemos cambiar el destino de la próxima generación de jóvenes cerrando la brecha de las desigualdades y restableciendo la voluntad política de alcanzar el objetivo de una educación para todos en 2015. Para ello, debemos empezar por asegurarnos de que los 57 millones de niños que no van a la escuela estén a salvo del trabajo infantil, del matrimonio forzoso y de cualquier tipo de discriminación, y que cuenten con maestros y aulas para que puedan empezar a aprender.
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