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Juan Lovera nació el 11 de julio de 1776 en la ciudad de Caracas, en el seno de una familia económicamente estable que le dio el impulso para estudiar en el Convento de los Dominicos. Allí recibió gran cantidad de conocimientos exclusivos para los jóvenes acomodados de la época, como también clases de pintura, con las cuales encontraría su vocación hacia el arte, pasión con la cual convivió hasta sus últimos momentos.
Su primer trabajo fue un retrato de Alejandro de Humboldt en 1799, seguido de su participación en las remodelaciones de iglesias, restauraciones de cuadros y pinturas de figuras religiosas.
A partir de 1824, con el transcurso de los hechos de la revolución independentista venezolana, procedió a retratar a diversos próceres como José Antonio Páez, Cristóbal Mendoza, Juan de la Madriz, al cirujano y presidente de la República en 1835 José María Vargas, también representó de manera imponente la figura del Libertador Simón Bolívar, plasmando en la pintura un sello que trascendería en el tiempo.
En este corto período de tiempo trataré de hablarles, del primer venezolano en adquirir reconocimiento internacional en las artes plásticas. Su pintura más conocida es sobre temas y personajes históricos que se han convertido en íconos emblemáticos de la memoria colectiva del pueblo venezolano. Sin embargo, aunque es la parte menos divulgada y celebrada de su obra, Arturo Michelena abordó temas tan variados como los paisajes bíblicos, las corridas de toros, el retrato familiar, el desnudo, la mitología, los equinos (su gran pasión), en su cuidadoso y delicado paisajismo. Y sobre todo, fue un cautivador de la figura humana.
Su muerte prematura (35 años) conspirará para catalogar a Michelena como un maestro completo o de un genio maduro; ya que nos dejará comenzando ese maravilloso viaje mágico de su creación ; pero lo que cuenta en su obra creadora es lo que nos dejó, en su carrera contra el tiempo y la muerte , y no lo que ha podido hacer.
En su extensa obra se puede constatar rasgos realistas, románticos, parnasianos e inclusos algunos críticos ven rasgos impresionistas, pero, en honor a la verdad, a Michelena no le interesó lo que la escuela impresionista aportaba.
Su obra puede ser considerada como el producto de su eclecticismo y apego a las reglas de la Academia Francesa de la época. De acuerdo con Boulton (1971), en manos de Michelena la pintura llegó a tener características que no siempre se alcanzan con los escuálidos medios de las artes plásticas.