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los elementos centrales de su programa de gobierno estarán representados por la paz, la inclusión social y la innovación.
La propuesta se distancia del programa vigente que gira en torna a las locomotoras y el libre comercio, en particular el aprovechamiento de los TLC, dejando entrever una decepción.
El modelo económico de inversión extranjera y libre comercio configuró un perfil productivo que está haciendo aguas. A estas alturas es evidente que la revaluación y los TLC dejaron de lado la industria y la agricultura. Las locomotoras de la economía son la minería y la construcción privada y pública. Ambas actividades se caracterizan por las elevadas necesidades de capital. Luego de que el país destinara más del 80% de la inversión extranjera a la minería, no se han logrado los grandes hallazgos del siglo pasado. Por lo demás, los aumentos de las reservas y de la producción que se presentaron en los últimos años muestran claros síntomas de decaimiento. En los últimos tres meses la producción cayó en relación con el año anterior.
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De tiempo atrás es bien sabido que la construcción requiere enormes recursos financieros y de capital. En el caso de la actividad privada, en los últimos años se subsanó con las enormes ganancias provenientes de la burbuja, que no era sostenible. Tan pronto los inversionistas advirtieron la destorcida procedieron a movilizar los recursos hacia otros sectores. En lo corrido del año las licencias de construcción descendieron.
Aún más complejo es la perspectiva de la construcción pública. No obstante que el Gobierno se gastó los cuatro años en la programación de las obras, las necesidades de recursos privados y públicos fueron subestimadas. Las disponibilidades presupuestales y financieras bancarias son insuficientes para la realización del programa G-4 de $ 50 billones. En el desespero pretenden financiarlas con privatizaciones de empresas, como Isagen, que generan mayores rentabilidades que las carreteras.
El balance es lamentable. Las locomotoras de la minería y la construcción se ven seriamente restringidas por las necesidades de capital y la volatilidad. La tranquilidad de este perfil se refleja en la información de la última década. La productividad total del capital y el trabajo creció cerca de cero. El modesto incremento de los ingresos laborales se explica por el abaratamiento de las importaciones provenientes de la revaluación.
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El sector externo se ha convertido en un factor de contracción e inestabilidad. Las importaciones crecen más que las exportaciones y el desbalance le resta un punto al crecimiento económico. El déficit en cuenta corriente supera el 4.5% del PIB y pueden terminar en una cuantiosa devaluación y caída de salarios.
La alternativa es un modelo que propicie el potencial de expansión, arrastre e incorporación tecnológica de la industria y de la agricultura, y deje la minería y la construcción como suplementos. El panorama se despejaría. La productividad total del capital y del trabajo aumentaría más del 2% y los salarios podrían ajustarse por encima. El déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos disminuiría, la participación del trabajo en el producto nacional subiría y las burbujas desaparecerían.
El descontento se ve claramente reflejado en el debate presidencial. Con excepción de Santos y Zuluaga, los candidatos manifiestan serios reparos al TLC y al desempeño de la industria y la agricultura. Sin embargo, la única que ha avanzado en el cómo es Clara López, que ha presentado propuestas concretas para renegociar el TLC, modificar el régimen cambiario, limitar la inversión extranjera y seleccionar los sectores y cultivos de mayor valor agregado y contenido tecnológico.