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Comenzando vemos los planteamientos de Popplow [1] (1960) quien nos indica que el origen de la actividad deportiva, aunque de forma incipiente, se sitúa en el período Paleolítico medio (33.000 a.c), desarrollada principalmente por las danzas rituales, las cazas organizadas y primeros juegos de caza como iniciación a niveles de adultez por parte de los integrantes de las distintas colonias de hombres y mujeres. Popplow, cree que el ejercicio físico tenía un sentido netamente espiritual que le permitía al hombre acercarse a la unidad vital con sus dioses y la naturaleza. Principalmente la danza poseía características que apoyan esta teoría fundamentalmente porque integra una actividad física que prepara para la lucha y la caza, exalta al cazador y cohesiona al grupo en una actividad común. El autor, hace mención directa al tipo de ejercicio que se realizaba inicialmente, el cual era el lanzamiento de la jabalina como arma de caza, este asociado a la repetición y simulación de caza hacía efectiva su realización y concreción para la obtención de alimento para la comunidad. Con el paso de las épocas y el perfeccionamiento de las armas, se ve que existen progresiones también en las danzas rituales previas, las cuales no solamente servían para la exaltación de los dioses en la búsqueda del éxito y protección de la caza; sino que además incorpora elementos físicos (movimientos) que representan una mecánica del gesto técnico en el uso del arma y permiten un perfeccionamiento del mismo. En otro punto de vista, Diem[2](1978)nos plantea que el origen de la actividad deportiva es netamente cultural, esto asociado a las representaciones de actividades realizadas por los antepasados muertos; es decir el nacimiento del deporte es por evocación de lo realizado por los muertos, en forma de exaltación de virtudes y dedicado a ellos. El teórico, hace mención expresa de ello al hacer un acucioso análisis de la Ilíada de Homero, el cual en uno de sus cantos se describe un rito funerario vinculado directamente a actividades deportivas para la exaltación de las virtudes del difunto. Respecto a las acciones deportivas que supone Diem, él tiene la creencia de que en los orígenes del hombre se danzaba alrededor del difunto para absorber su energía vital, para asegurar el eterno descanso y a la vez aprovechar esa energía en cuerpos carentes de ella aportando vitalidad a los más jóvenes. Eppensteiner[3] (1964) , en cambio no busca ciertamente el origen del deporte, sino que promociona las modalidades de la actividad deportiva en su inicio, buscando con ello dar respuesta a las formas y avances del deporte a través de las épocas. El autor destaca dos tipos de deporte: el originario, el cual inicia como una actividad natural y normal del desarrollo humano, es búsqueda del cultivo del cuerpo; y el cultural, que denota un fenómeno cultural del desarrollo de los pueblos. Hablando del tipo originario, tenemos que reseñar que sería una serie de instintos confluidos con las necesidades biológicas de desarrollo humano, argumentando la tendencia natural de moverse como actividad placentera; y a su vez la necesidad de expresión respecto al acto lúdico que instintivamente se ve desarrollado en el hombre, el cual al darle un sentido y organización se traduce en una actividad deportiva que simula diversas acciones de competición, como por ejemplo la cacería. Respecto al tipo cultural, el autor nos hace mención que para efectos de cohesión y consolidación de las comunidades se efectúan diversos juegos , los cuales a medida que las comunidades van progresando van abriendo nuevas alternativas de medirse con otras cercanas, provocando una interacción que podríamos llamar “cultura deportiva”.