cuento sobre la honradez/

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Respuesta dada por: dayanaqc9p6jyl2
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Había una vez un niño llamado Luc al que le gustaban mucho los cuentos. Tenía un biblioteca enorme en su casa, donde los guardaba todos que tenía.

Un día, Luc se enteró de que rondaba por la ciudad un ladrón de cuentos. Luc tenía miedo de que el ladrón descubriera sus libros, y decidió esconderlos.

Después de mucho pensar, decidió llevarlos a un castillo abandonado que había a las afueras de la ciudad. Decían que estaba encantado y por eso nadie iba por allí. Pero a Luc le podía más el miedo a perder sus cuentos que lo que le pudiera hacer un fantasma aburrido.

Durante días, Luc estuvo yendo de noche al castillo para esconder más y más cuentos. Durante el día estaba tan cansado que, cuando volvía del colegio, se quedaba en casa durmiendo toda la tarde.

Cuando acabó de esconderlos todos, Luc oyó decir que el ladrón había huido, así que decidió recuperar sus cuentos. Pero cuando llegó al castillo, descubrió que sus cuentos habían desaparecido misteriosamente.

Por la mañana, Luc les dijo a todos que el ladrón no había huido y que él sabía quién era:

- El ladrón es el fantasma del castillo abandonado. Llevé allí mis libros para esconderlos y cuando he vuelto a por ellos, habían desaparecido.

Pero nadie hizo caso a Luc, y el niño tuvo que buscar nuevos cuentos para su biblioteca. A las pocas semanas, Luc tenía su biblioteca llena otra vez. Y entonces, comenzaron de nuevo los rumores que anunciaban que el ladrón de cuentos había vuelto.

- Esta vez no llevaré mis libros al castillo -pensó Luc. Los esconderé en el sótano del colegio. Allí nunca baja nadie.

Y así lo hizo. Por las noches, Luc bajaba al sótano del colegio a esconder sus cuentos. Días después, Luc escuchó decir que el ladrón de cuentos ya no estaba, y decidió volver a por sus cuentos.

- ¡Oh, no! ¡Han desaparecido! ¡Otra vez! ¿Qué voy a hacer ahora?

El director del colegio, que estaba por allí, le escuchó, y le dijo.

- ¿Qué estás buscando?

- Mis cuentos -respondió Luc. Los escondí aquí para que no me los robara el ladrón de cuentos.

El director miró al niño fijamente, y le preguntó:

-El ladrón de cuentos Luc, ¿puedo preguntarte algo?

- Claro señor director.

- ¿De dónde sacas tantos cuentos?

- Cuando veo algún cuento que me gusta lo cojo y me lo llevo.

- ¿Así? ¿Sin pagar? ¿Sin pedir permiso a nadie? -preguntó el director, sorprendido.

- Luc, creo que hemos resuelto el misterio del ladrón de libros -dijo el director.

- ¿Sí? ¿Quién es? -dijo el niño.

- Verás, los cuentos que dejaste aquí tenían dueño. La señorita Luisa los encontró ayer y los devolvió a la biblioteca del colegio -dijo el director-. También encontró un buen montón de libros en el castillo abandonado que, por cierto, no está habitado por ningún fantasma. La señorita Luisa va de vez en cuando con un grupo de voluntarios a restaurarlo, pero es un secreto.

- Entonces, ¿ella es la ladrona? -dijo Luc.

- No, Luc. El ladrón eres tú -dijo el director-. No se puede ir por ahí cogiendo los libros de la gente a escondidas. Eso es robar.

- ¡Pero si yo solo lo hago para poder leerlos!

- Eso no es un argumento Luc -dijo el director-. No puedes ir por ahí cogiendo cosas que no son tuyas.

Y así fue como se resolvió el misterio del ladrón de libros y cómo Luc entendió que no podía coger lo que no era suyo por mucho que deseara.

Respuesta dada por: maryuricarrillocarva
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       LAS MONEDAS ENCANTADAS

Hubo una vez un hombre bondadoso y rico que al cumplir muchos años pensó en dejar a cargo de sus

casas a algún joven inteligente y honrado. Comentando un día su decisión y las ganas que tenia de no

equivocarse en la elección, un buen amigo le dio este consejo:

La próxima vez que vendas algo, cuando des dinero del cambio, entrega como por descuido la moneda de

menor valor. Así sabrás que es honrado aquel que te la devuelva

El hombre rico agradeció mucho el consejo y pensando que era una buena idea y fácil de realizar, decidió

ponerla a prueba

No contaba con que uno de los presentes, un vecino que se hacía pasar por amigo, pero en verdad le

envidiaba enormemente, contrato los favores de un hechicero, a quien encargo encantar las pequeñas

monedas que poseía el anciano, de modo que cualquiera que mirara una de aquellas monedas tocadas por

él, veía en ella no una moneda corriente, sino aquello quemas quería en el mundo

‘’TU ERES MUY IMPORTANTES, TE MERECES LO MEJOR, COLMARCO ESTA CONTIGO`` - 5 -

Confiaba el malvado en que nadie devolviera la moneda y el viejo se desesperaría y, entonces, dejaría a un

sobrino suyo administrar todos sus negocios

Todo resulto según lo planeado por el envidioso comerciante y ni uno solo de os que hablaron con el

anciano fue capaz de devolver la triste moneda: unos veían en ella el mayor diamante o piedra preciosa,

otros una obra de arte, otros una reliquia y algunos incluso una pócima curativa milagrosa

Ya medio rendido el anciano en su intento por encontrar alguien honrado, su envidioso vecino aprovecho

para enviar al sobrino advirtiéndole cuidadosamente para que devolviese la moneda

El sobrino fue decidido a hacerlo, pero al recibir la moneda, vio en ella todas las posesiones y títulos de su

tío y creyendo que todo lo que le había contado su tío era un engaño, marcho con su inútil monedas y su

avaricia. Cuando su tío se enteró de su traición lo despidió para siempre.

El anciano deprimido y enfermo, decidió llamar a sus sirvientes antes de morir y les entrego algunos bienes

para que pudieran vivir libremente cuando él no estuviera.

Entre ellos se encontraba uno muy joven aun al que entrego una de aquellas pequeñas monedas por error.

El joven, criado a la sobra de aquel justo y sabio señor a quien quería como un padre, en el lugar de la

moneda una poderosa medicina que curaría al anciano, pues aquello era de veras lo que más quería en el

mundo y según la vio, entrego la moneda de nuevo diciendo:

- Tome señor, esto es para usted, seguro que le sentara bien.

Efectivamente, aquella simple moneda actuó como el más milagroso de los bálsamos, pues el anciano saltó

de alegría al haber encontrado por fin a alguien honrado y le llenaba de gozo comprobar que siempre había

estado en su propia casa

Y así, el joven sirviente paso a administrar con gran justicia, generosidad y honradez todos los bienes del

anciano, quien siguió acompañándole y aconsejándole como un hijo por muchos años

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