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¿Qué motivó las acciones de Santa Anna como hombre y como líder?
Yo creo que dos de las fuerzas motrices de la personalidad de Santa Anna fueron su increíble vanidad y la necesidad de estar al frente. Estas fuerzas lo hicieron capaz de transformar situaciones a su favor que de otra manera hubieran terminado trágicamente. Por supuesto, en su época Santa Anna fue criticado por su conducta pero otros individuos no podían en realidad contrarrestarlo. Era muy hábil para transformar las situaciones a su favor, lo cual pudo hacer a lo largo de su vida. Aunque después de cierto punto, se le acabó su buena fortuna. No fue posible que mantuviera ese récord para siempre, pero lo utilizó muy hábilmente por mucho tiempo.
En 1838, dos años después de la derrota en San Jacinto, surge un problema que dio lugar a una acción punitiva por parte de Francia hacia México. Santa Anna se unió al esfuerzo de defender el territorio nacional contra la invasión francesa. Durante un incidente Santa Anna pierde la pierna pero se ganó otra oportunidad, con la ayuda de sus seguidores, de proclamarse como defensor de la nación y de sus intereses. Hasta cierto punto, esto le permitió reparar aquella imagen negativa que se había creado por los sucesos en Texas. Santa Anna creó toda una ceremonia funeral en torno a la pérdida de su pierna y convirtió su amputación en un símbolo de su compromiso con el país. La gente olvidó momentáneamente sus errores militares en Texas y Santa Anna pudo reconstruir su reputación ante las masas. Esta campaña basada en su sacrificio y la subsecuente redención le permitió a Santa Anna crear nuevas alianzas políticas y volver al poder como presidente de México. Sin embargo, a Santa Anna no le interesaba ejercer el poder presidencial. Le gustaba el prestigio pero no la responsabilidad.
Yo creo que Santa Anna fue un hombre de gran inestabilidad emocional. Una vez que logró su objetivo de alcanzar el poder, se retiraba a su hacienda y dejaba en manos de alguien más las responsabilidades administrativas o militares. O bien, trataba de ejercer la autoridad que le concedía su posición, pero la excedía cometiendo excentricidades brutales. Formalmente fue dictador por dos breves periodos, pero nunca fue un dictador en el verdadero sentido político. Tal vez Santa Anna sí quería serlo y de ahí que sus acciones no tenían límite alguno.
Los excesos de la autoridad de Santa Anna no eran notorios por su crueldad, sino más bien por su habilidad para marginar a sus enemigos políticos, forzándolos a salir del país, exiliándolos, persiguiéndolos o arruinando sus reputaciones. Una cosa que me sorprende del carácter de Santa Anna es que nunca fue sanguinario. No se le puede acusar de asesinatos políticos ni de persecuciones sanguinarias. Con frecuencia utilizó el exilio como un medio para deslegitimizar a sus enemigos políticos, pero por naturaleza no fue un hombre sanguinario, excepto en la batalla.
Los cambios que se dieron durante estos años en México fueron increíblemente complejos debido a que las posiciones políticas variaban constantemente. Los políticos, los ideólogos de la época, no tenían los mecanismos para movilizar a otros sectores de la sociedad. Requerían de una especie de puente, de interlocutor. Ese fue el papel que jugó Santa Anna y por esa razón es que vuelve al poder.
Santa fue derrocado otra vez a finales de 1844 porque tomó una serie de medidas que antagonizaron a quienes lo habían llevado al poder. Esta misma gente ahora lo veía como un obstáculo, como un líder que ya no estaba dispuesto a cumplir sus promesas. Sentían que debían removerlo.
La segunda expulsión de Santa Anna en 1845 fue un golpe muy duro, tan severo como el que había sufrido en Texas. Fue bastante indigna porque primero estuvo encarcelado y luego fue enviado al exilio. Yo creo que cuando Santa Anna dejó el país no podía prever un pronto regreso a México, pero también pienso que se iba a esperar el momento oportuno para volver. Creo que se fue sintiendo que su exilio era temporal. Así que durante su exilio, Santa Anna siguió con cuidado o fue informado sobre los problemas a los que México se enfrentaba, particularmente los riesgos implícitos en la creciente confrontación con Estados Unidos. Es evidente que Santa Anna estaba dispuesto, como con la ocupación francesa, a aprovechar esta situación y tratar otra vez de reconstruir su reputación y prestigio.