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Desde fines del siglo XIX se establecieron en Paraguay y el noreste argentino plantaciones de yerba mate que impusieron regímenes de trabajo forzado en condiciones abiertamente esclavas. Los mensúes solían ser reclutados por contratistas en puestos ubicados en cercanías a los puertos fluviales y transportados a las plantaciones donde eran instalados en barracas inhabitables. Utilizando mecanismos de endeudamiento fraudulento, mediante la venta monopolista de alimentos y préstamos usurarios, las empresas constituían al mensú en una situación de deudor permanente a fin de no pagar salarios. De este modo los mensúes se veían obligados a continuar trabajando hasta cancelar sus deudas. Los intentos de abandonar las plantaciones eran castigados con azotes o la muerte. También constituía una práctica habitual la violación de las mujeres de los mensúes por parte de los capataces y gerentes de las plantaciones.
A partir del gobierno de Hipólito Yrigoyen (Unión Cívica Radical) en 1916, los mensúes en Argentina comenzaron a tener una cierta libertad para organizarse sindicalmente, que llevaron en los años 1920 a grandes luchas y huelgas y cruentas represiones en la zona del Alto Paraná.
Con la llegada del peronismo en 1946 y la organización de una extensa red de policía de trabajo las empresas que utilizaban la mano de obra esclava del mensú comenzaron a reducirse hasta desaparecer prácticamente y ser reemplazadas por las modernas plantaciones, en las que las condiciones de trabajo varían en su calidad, pero en la que ya no se registran condiciones de esclavitud.