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Durante el gobierno de Carlomagno, el reino franco pudo ampliar su territorio y establecer áreas de contención para prever futuros ataques. Desplazó sus fuerzas con una inteligencia moderna para su tiempo. Cuando los lombardos, ubicados en el norte de Italia, atacaron las posesiones de la Iglesia, Carlomagno acudió en ayuda del papa Adriano I. Derrotó a Desiderio, el rey lombardo, en la batalla de Pavía, pero aprovechó para que el territorio no quedase en manos de la Iglesia.
Con igual sagacidad actuó en el área sajona, la zona limitada por el río Rin y el mar Báltico, estaba dominada por los sajones. Este grupo no había podido ser evangelizado a pesar de los esfuerzos de los misioneros cristianos. Finalmente, en 785, el jefe sajón Widukindo fue bautizado, la región fue ocupada por colonos francos y los sajones fueron deportados.
La llamada Marca Hispánica, asimilable en parte a los Pirineos, era el límite que, en Europa, separaba a los árabes de los cristianos.