Respuestas
En 1949 Gilbert Ryle publicó El concepto de lo mental, una obra en la que presentaba su teoría de la mente. En este libro, que es uno de los grandes clásicos de la filosofía del siglo XX, defendió la tesis según la cual los conceptos utilizados desde la época de Descartes para caracterizar las facultades mentales se seleccionaron de forma errónea. Para referirse a la teoría según la cual “todo ser humano tiene un cuerpo y una mente” Gilbert Ryle utiliza en un sentido peyorativo la expresión de “dogma del fantasma en la máquina”. Esta doctrina, cuyo precursor principal fue Descartes, era la “doctrina oficial” en aquella época, es decir, la que aceptaban “la mayoría de filósofos, psicólogos y religiosos”. A continuación veremos cómo caracteriza Ryle la concepción que critica, la crítica que hace y las consecuencias de esta. Como hemos dicho en el párrafo precedente, la doctrina dice que “todo ser humano tiene un cuerpo y una mente”. Según esta teoría, la mente y el cuerpo son sustancias heterogéneas. El cuerpo, de naturaleza material, está en el espacio y se rige por las mismas leyes mecánicas que rigen sobre todo cuerpo espacial y, como estos, el comportamiento del cuerpo humano puede ser públicamente observado. Por su parte, la mente era postulada como una entidad que no estaba en el espacio y cuyos procesos, por no ser espaciales, no se comportaban conforme a las leyes mecánicas. En este sentido, las operaciones mentales son privadas, es decir “solo yo puedo tener conocimiento directo de los estados y procesos de mi propia mente”. Esta doctrina pasó a presentarse en forma metafórica, presentando la mente y el cuerpo como una antítesis entre lo interno y lo externo.
Esta metáfora, lejos de ser inocente, dice Ryle, esconde una suposición que distingue entre dos tipos de existencia: existencia física y existencia mental. Los seres físicos se caracterizan, entre otras cosas, por ser espacio-temporales. Por su parte, los seres cuya existencia es mental se caracterizan por estar en el tiempo, pero no en el espacio.
De esta doctrina se derivan tesis epistemológicas acerca del conocimiento de nuestra propia mente y del conocimiento de otras mentes. Por un lado, acerca de nuestra propia mente se deriva de aquí la tesis epistemológica según la cual los estados y procesos mentales “no engendran ilusiones ni dan lugar a dudas”. Toda persona posee de forma inmediata conocimiento de los datos de su propia conciencia. También se mantiene, sobre esta base, que toda persona puede acceder a lo que pasa por su mente, como si lo percibiera, postulando así “un tipo especial de percepción” interna: la introspección.
Por otra parte, respecto del conocimiento de otras mentes, se sigue de esta teoría que no las podemos conocer, al menos de forma directa, que ninguna persona puede tener acceso a la vida mental de otras. En todo caso, solo podemos hacer suposiciones sobre las otras mentes por la vía indirecta de la observación de la conducta corporal, no pudiendo nunca corroborarse las “inferencias que van de los movimientos corporales similares a los de uno a las operaciones mentales similares a las propias”. En estas circunstancias, la existencia de otras mentes distintas a la propia es una hipótesis carente de justificación.
Y es en este sentido en el que el cuerpo es visto como una máquina y algunas de sus operaciones son controladas por otro fantasma interior, la mente, que es una “máquina espectral”. Este es el fantasma en la máquina.