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La leyenda del cacique Guatavita El origen de la Leyenda del Dorado Colombia
La cacica de Guatavita.
Leyenda Muisca o Chibcha. Colombia.Guatavita: los relatores de esos hechos y el escenario donde sucedieron se localizan a 75 km de la capital colombiana, aproximadamente una hora de recorrido. Pero además de la famosa leyenda, son varias las razones para tener en cuenta en este paseo por la sabana de Bogotá, que se hace muy agradable, además de los hechos fantástico-reales, por los paisajes a la vera del camino, los pueblos visitados y las reservas ecológicas que oxigenan el entorno.
La laguna sagrada de Guatavita era el sitio ceremonial en el que indígenas adoraban a Chie, la diosa del agua
Antes de enfatizar en los pormenores de la historia ocurrida en las aguas de la laguna, vale reseñar que Guatavita, el actual municipio, es un complejo arquitectónico con 42 años de existencia, construido para reemplazar al antiguo pueblo que quedó inmerso en las aguas del embalse de Tominé, magistral obra que genera energía para las localidades cercanas y que a su vez es surtidor importante del agua que se consume en Bogotá. Así mismo el embalse en Guatavita es escenario para deportes como el velerismo y el esquí acuático.
Nótese que hasta aquí van tres definiciones de Guatavita, porque son tres lugares con el mismo nombre, y en adelante, para evitar confusiones, se hará claridad sobre el sitio referenciado. De Guatavita, el pueblo cubierto por las aguas del embalse, hay que decir que estaba recostado en el cerro Montesillo y que fue la capital religiosa del antiguo pueblo chibcha, donde se estableció su compleja industria orfebre.
Guatavita, la laguna sagrada, que geográfica y legalmente pertenece al municipio de Sesquilé, era el sitio ceremonial en el que los indígenas adoraban a Chie, su diosa del agua, por medio de fastuosas ceremonias que originaron la leyenda de El Dorado y según la cual el cacique muisca llegaba acompañado de cuatro sacerdotes en una balsa de madera a Guatavita, antes de sumergirse impregnado en oro y cargado con los tesoros que recogía de la comunidad con el fin de abandonarlos en el agua como ofrenda y símbolo de adoración. Para los nativos de Guatavita el trabajo en oro no representaba valor económico sino una forma de acercarse a sus dioses.