Respuestas
estudiar el enigma del hombre, veamos los empleos de la palabra aenigma en la obra anselmiana. Solo aparece en el Monologion (Mon) (8).
Anselmo empieza su razonamiento describiendo las cosas comunes, creadas; ellas son per aliud (por otro: Mon 1-4). Desde allí puede presentar a la Naturaleza eminente y mostrar con razones necesarias su existencia y las relaciones en Ella, relaciones definidas en el Espíritu de amor. El per aliud indica una dependencia óntica. Toda creatura nace, llega a existir porque la Naturaleza eminente le da el existir y le permite conservar este existir (Mon 13). Pero inmediatamente, Anselmo declara que esta misma Naturaleza eminente es inefable (9), es decir incomprensible (64; 75, 6-7) porque está por encima de todo (L. 7). Entonces, ¿cómo discutir algo de Dios? (65; 75, 20 ss). Anselmo acepta que se puede decir algo cuando hablamos de una cosa a través de otra (per aliud). Así hablamos por enigma (L. 14); vemos una semejanza o imagen como cuando miramos a través de un espejo (10). Hablar de semejanza, de imagen o de espejo es aquí importante. Decir que soy imagen significa declarar que soy parecido al original y que, al mismo tiempo, no soy el original. Esto debe producir humildad y buscar vivir este parecido. Mi misión será no hacer lo que quiero, sino buscar profundizar el parecido con el original. El enigma y la imagen son entonces algo dinámico. En el espejo podemos ver algo, aun cuando no vemos lo propio de la cosa vista porque queda inefable. Recordemos que las palabras son equívocas: en mi mente me ayudan a entender, pero no significan exactamente lo que trasciende mi inteligencia. Esto es el sentido del enigma.
El c. 66 insiste en lo mismo: solo se puede percibir algo de la Naturaleza eminente por otra cosa (66; 77, 8). Entonces, la mejor manera de conocerla es conocer una naturaleza que se le parezca. Se debe buscar la semejanza en una naturaleza cercana porque toda esencia, por ser creada por la Naturaleza eminente, de alguna manera le es semejante. Entre todas las creaturas, solo el espíritu racional corresponde. Lo que debe hacer el hombre es estudiarse a sí mismo. El espíritu racional es para sí el espejo donde refleja la imagen de Dios (67; 77, 27 ss) porque tiene memoria, inteligencia y amor (p. 78, 1-2.5.9): lo que es lo mejor y lo más grande (L. 9-10).
El c. 68 proclama que "la creatura racional fue hecha para amar a la Naturaleza eminente" (68; 78, 13) (11). Esto significa que puede discernir. Además este poder es su fuerza, porque puede amar o rechazar. Si ama a la Naturaleza eminente, vivirá feliz para siempre (c. 69) porque para eso fue creada. La finalidad de la vida del hombre es amar a la Naturaleza eminente y así ser feliz (12).
Partimos de la inefabilidad de Dios y llegamos a la cercanía, a la semejanza de este mismo Dios con el hombre que es la creatura razonable. Esta cercanía y semejanza se describen en el amor que es la finalidad para la cual fue creado. Llegamos así al punto de partida del enigma del hombre: el amor.