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Leer "Un nudo en la garganta" de César Dávila Andrade es estar definitivamente ante una pieza literaria magistral. Presenta el escalofriante rostro de la muerte y he sentido ahuecarse las entrañas, respirar con dificultad y literalmente un "nudo en la garganta" así como todos esos síntomas físicos que nos van lacerando el espíritu. No sé pero se me ocurrían tantos verbos presentes en el epílogo de la vida: la muerte despierta, parpadea, ríe, sonríe, camina, se tumba, avizora, vende, regala, golpea, tiembla, enronquece, respira, alucina, dialoga, distingue, lleva, desconoce, etc. Es aún más manifiesta la muerte, en la pobreza que el autor nos describe con trazos y pinceladas de colores como el de "agua podrida", ¡wow! a ese ambiente infame, crudo, lodoso, gélido, que olvida a los olvidados, que pudre a los inocentes. Es característico en literatura ecuatoriana encontrar ese dolor, esa angustia que la conocemos pero que logramos experimentar a través de los autores como César Davila